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Leclercia Adecarboxylata, ¿se veía venir?

Este que terminó fue un mes particularmente complicado para el sector salud de Jalisco y para quienes hicieron uso de él. Lo que pasó es de todo el interés público por los alcances que tuvo en un contexto en el que la resistencia de las bacterias a los antibióticos es uno de los retos más importantes de la ciencia actual y, aunado a esto, se suma una ola de descuido voluntario por parte de negacionistas de enfermedades víricas, bacterianas o fúngicas en pleno siglo 21.

Las cosas pasaron así: del 13 al 22 de mayo comenzaron a registrarse brotes infecciosos en pacientes internados en hospitales de Guadalajara por la bacteria Leclercia Adecarboxylata, que según Jaime Andrade Villanueva, infectólogo y director de los Hospitales Civiles de Guadalajara, es la primera vez que se tiene en Jalisco.

Esto es, de todo el abanico de las denominadas infecciones nosocomiales que se adquieren durante la hospitalización por la acción de bacterias, virus u hongos alojados en este tipo de instalaciones, se sumó un nuevo patógeno que no se tenía en el radar como parte de ese catálogo, aunque sí es bien sabido que este microorganismo es fácil de encontrar en nuestra microbiota intestinal y en el de otros animales e incluso insectos, donde no es nocivo.

Lo que tenían en común estos pacientes afectados por L. Adecarboxylata es que todos, los 68 que hasta la fecha se reconocen por la Secretaría de Salud y dos finados, estaban siendo sometidos a alimentación intravenosa a través de nutrición parenteral total (NTP), es decir, bolsas con líquido que les suministra nutrientes. En respuesta, el sector salud las retiró y suspendió ese tratamiento en el estado.

Ahora vamos con la bacteria. Según un artículo científico publicado en la revista Acta Pediátrica de México en 2011, las infecciones hospitalarias por L. Adecarboxylata son raras en el país y poco estudiadas, pero aclara que su forma de transmisión es a través de agua y de alimentos y afecta a adultos con padecimientos como úlceras infectadas, infecciones polibacterianas o con su sistema inmune deficiente.

Un aspecto muy importante a tomar en cuenta es la biología de la bacteria en cuestión, pues forma parte del grupo de las Gram negativas que han sido objeto de alerta en la OMS porque tienen una alta capacidad para resistir el efecto de los antibióticos que las atacan. Esto es, cambian su ADN para inmunizarse ante el medicamento y transmiten esos genes mutados a su progenie, con lo que se vuelve un problema de salud pública combatir una infección por este tipo de microorganismos de rápida adaptación.

Otro punto destacado de ese artículo es lo que advierte: “Por el hecho de compartir mecanismos de resistencia de la familia Enterobacteriaceae (Gram negativas), L. Adecarboxylata debe ser considerada un patógeno importante en la epidemiología hospitalaria (...) existe la probabilidad de cambio en el comportamiento de su susceptibilidad y de que, al igual que otras enterobacterias, se conviertan en el futuro en un reto terapéutico”.

La pregunta es, ¿el sector salud de Jalisco está preparado para responder a ésta y otro tipo de infecciones infrecuentes pero con probabilidad de presentarse? ¿Existe la inversión suficiente en investigación para el desarrollo de nuevos antibióticos? ¿Cuántas campañas hay para evitar que la gente se sume a este problema rechazando vacunas o truncando tratamientos? Las bacterias tienen en el mundo unos 3 mil millones de años y son expertas en evolucionar, ¿les estamos siguiendo el ritmo?

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da/i