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¿Serán reacios los feriantes?

Dieciséis días de mayo duró la Feria Municipal del Libro y en Guadalajara la única conversación al respecto fue el calorón, lo tarde que llegaron las pitayas a las Nueve Esquinas y la urgencia de las primeras lluvias. Las actividades pasaron de largo y de noche, pues ninguna concitó el interés suficiente para que alguien, incluso por caridad, publicara en algún medio de comunicación alguna reseña o mínima mención de los actos allí efectuados. Fue triste. No hay duda de que los organizadores (la Asociación de Libreros de Occidente, la sección especializada de Librerías de la Cámara de Comercio de Guadalajara y Cultura Guadalajara) son tenaces en preservar un modelo de gestión cansino que, contrario al éxito, está llevando a situación extrema a la maltrecha cita anual, muy al contrario de la firmeza comercial que esperaríamos de buenos comerciantes de libros.

¿Qué pasa con esta feria, inversamente proporcional al progreso y éxito de la otra gran e internacional cita librera de Guadalajara? ¿Por qué no remonta su añeja crisis para atraer lectores y compradores? ¿Por qué no crece? ¿Por qué no es vinculante con la infraestructura cultural de la ciudad de Guadalajara? ¿Por qué no se enlaza con los barrios? ¿Por qué no renueva su modelo atrasado de micrófono abierto y sillas banqueteras? ¿Por qué la Asociación de Libreros de Occidente no dialoga con otros actores del mundo del libro en la ciudad? ¿Por qué la Cámara no puede asesorar en nuevas tecnologías a sus agremiados libreros? ¿Por qué, en conjunto, no pueden vincularse con profesores, estudiantes, bibliotecarios, editores, otros libreros, periodistas, consultores del libro y la edición, curadores culturales y agentes de la sociedad civil para que ayuden a vivificar la agotada cita? ¿Seguirá con el estigma de vender libros esotéricos, católicos y de iluminar?

Que el motivo de orgullo no sea el medio siglo de la feria, sino el hecho de haberla convertido en una verdadera fiesta ciudadana, éxito de la gente de libros de Guadalajara, lectores y comerciantes. Y para esto habrá que vencer inercias y tener capacidad y disposición al diálogo con quien piensa diferente, con quien tenga nuevas y quizá mejores ideas. Si no, no.

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JJ/I