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¿Cuántos policías quedarían?

El enigmático caso del sospechoso a quien dejaron escapar policías de Guadalajara bien vale una reflexión acerca de las prácticas de corrupción en el ámbito de la seguridad pública.

Saber que los agentes hayan dejado ir al conductor de un vehículo relacionado con un delito no causa gran sorpresa a mucha gente, pero sí despierta indignación.

Quién era o por qué lo dejaron ir es un misterio aún, al menos públicamente, ya que podrían haber aclarado el asunto ante el Ministerio Público de alguna manera inesperada.

El reporte del gobierno de Guadalajara estableció que las cámaras del C2 detectaron el viernes por calzada Independencia e Hidalgo un automóvil Kia, con placas sobrepuestas, correspondientes a un Minicooper reportado como robado.

Los elementos de la comisaría municipal que recibieron la información dijeron tener a la vista el vehículo sospechoso y lo siguieron hasta la Calzada y Monte Aconcagua. Es decir, recorrieron 2.2 kilómetros, equivalente a unos 5 minutos con circulación vehicular fluida, y hasta entonces encontraron el vehículo sin ocupante, según su versión.

Lo discrepante es la versión de las cámaras del C2, revisadas por el equipo de monitoreo. En ellas observaron que los policías dialogaron con el conductor y lo dejaron ir.

Hoy el Ministerio Público podría resolver la situación legal de los agentes para imputarlos, en caso de que haya encontrado elementos que permitan suponer que se cometió un delito, aunque también podría abstenerse de ejecutar acción penal en caso de no haberlos.

Démosle el beneficio de la duda a los uniformados. ¿Se habrán enfrentado a una situación poco usual en la que su instinto les haya llevado a ignorar el sentido común y el marco legal? Podría tratarse de una deficiente preparación en cuanto a capacitación del sistema penal si somos benévolos al considerar su omisión activa. Ello no los eximiría de una responsabilidad penal.

Por el contrario, pensemos en que se trató de una decisión surgida de la corrupción policial, ya sea que se tratara de un soborno, de un acuerdo con el sospechoso o algo similar. Ni el gobierno municipal ni la comisaría dieron detalles.

En ese caso, la corrupción no es sorpresiva, pues gran parte de la gente mira con recelo a los policías por esa fama de colusión con el crimen. En marzo sólo 52 por ciento de los tapatíos dijo tener confianza en la Policía municipal, según la Encuesta Nacional de Seguridad Pública Urbana.

Lo novedoso es que se dieron cuenta y los denunciaron sus propios compañeros.

Si el problema está dentro, no basta con una limpia como propone el alcalde Ismael del Toro. ¿Cuántos de sus 2 mil 600 policías actuales le quedarían? Siendo una corporación con más bajas que ingresos cada año y con el déficit que aún tiene, la situación sería crítica en materia de seguridad.

¿Sería viable buscar rehabilitar a los policías para abandonar las prácticas corruptas que puedan existir? Suena complicado. Requeriría en principio implementar una estricta disciplina en las labores de los elementos, pero también el apoyo institucional verdadero y ceñido hacia cada uno de ellos.

Tendrían que reforzarse también los controles internos de evaluación, adicionales a los procesos del Certificado Único Policial.

Y por supuesto que se deben ir aquellos policías que ya no tienen remedio, con constantes señalamientos en su contra. Sus mismos compañeros saben quiénes son. En su caso, habría que robustecer las investigaciones internas y presentar las denuncias ante la Fiscalía Estatal.

El apoyo que requieren los policías es garantizar no solamente los recursos materiales para trabajar, sino fomentar un ambiente sano para ellos y en sus relaciones con la ciudadanía a la que están obligados a cuidar y servir.

@levario_j

JJ/I