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La maravilla de ser hombres

El macho de la especie detiene el auto, sale y abre el capó. Se rasca la coronilla mientras contempla un motor que se niega a seguir funcionando.

Los machos alrededor poco a poco se dan cuenta de la situación y comienzan a acercarse, respetuosos de su género, paso a paso, sin saber bien por qué: es la atracción irresistible por las cosas descompuestas. A los pocos segundos se forma una media luna de sujetos de brazos cruzados detrás del automovilista.

Alguno de ellos, el de mayor jerarquía o temple, rompe el hielo.

­¿Será la marcha?

Y los demás miran al automovilista.

-No: sí da marcha, nomás no enciende

Los machos de la especie se rascan la cabeza.

-¿Traes bien los fusibles? –pregunta otro.

El automovilista va y revisa debajo del volante.

-Ei.

-¿Y sí traes gas? –uno más.

-Poquita, pero sí sale en reserva

-¿Y si le echas un chorrito al carburador?

El conductor va por su bidón y vierte el chorrito justo al centro de la garganta del auto. Llave, marcha, y no enciende.

-¿No traerá un corto? ¿Ya checaste la alarma?

Tit-tit… tit. Llave, marcha, y no enciende. Los machos cruzan los brazos.

-¿Y no será la bobina? A ver, dale -dice el macho que rompió el hielo, mientras desconecta la bujía.

Llave, marcha, y

-No hay chispa, compa

-No mames

-¿Quieres que le dé para que veas?

-A ver

Llave, marcha, no enciende.

-Simón. Puta chista.

-¿No traes otra de repuesto? ¿Otra bobina?

El conductor va a la cajuela.

-Por suerte me quedé con una que jala dos dos

-Conéctela, compa

El automovilista va por desarmador y pinzas. Desconecta una y conecta la otra. Llave, marcha, y el auto enciende: los hombres suspiran, aliviados, asienten, se miran triunfantes.

-Gracias a todos, carnales.

Los machos de la especie se dan la mano, palmaditas en la espalda y regresan a sus ocupaciones sin necesidad de haberse preguntado el nombre.

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JJ/I