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Escuchar

En estos días de tanto correr de información, la escucha es un ejercicio escaso. Lo vemos cada mañana donde el presidente de México emite discursos, respuestas irónicas, evasiones, argumentos para justificar aquello que desde su perspectiva es correcto. Ha decidido taparse los oídos a distintos sectores que lo votaron siendo en algunos casos sus más entusiastas promotores. Pero el presidente no quiere escuchar: o estás con él o en su contra. Y esa misma actitud está permeando en distintos políticos que se creen con el derecho de desprestigiar a comunicadores y medios, en general a todos aquellos que se atrevan a cuestionarles llamándoles mafias o vendidos, hampa, periodiquitos, entre otros insultos, desprestigiando el trabajo por igual de justos y pecadores. Esto es peligroso en un sistema que se pretende democrático porque la tarea de los medios no es estar del lado de los políticos sino informar.

El deber del presidente y de los gobernantes es salvaguardar el oficio periodístico y rendir cuentas. Andrés Manuel López Obrador se está equivocando de estrategia al convertir a sus aliados en enemigos. Su principal defecto estriba en no escuchar aquello que no quiere oír. La negación y la soberbia no son buenas consejeras de gobierno. 

Por otro lado parece que Andrés Manuel López Obrador juega a las sumas y restas. Sabe que mientras pierde el voto de artistas e intelectuales que lo apoyaron en el camino sigue fortalecido en aquellos sectores de población de voto duro utilizando estrategias facilonas y simplistas. ¿Es este el sistema democrático que prometió?

Mientras está empeñado por desaparecer los apoyos a los artistas y al diverso espectro creativo de este país, su discurso por apoyar a las comunidades originarias es tramposo y demagogo. Ni siquiera existe un proyecto sensato para esto porque organizar verbenas populares en los sitios donde se están enviando a promotores culturales –en el mejor de los casos–, es una ocurrencia sin rumbo.

El futuro artístico de este país sufre un momento muy delicado por la definición tan limitada de cultura que promueve el presidente. Sus constantes golpeteos a los artistas a los que ha convertido en una especie de enemigos públicos a los cuales hay que quitarles privilegios, como afirma Jesusa Rodríguez,  son insostenibles.

¿A quién escucha el presidente?

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JJ/I