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Pobres wixárikas

Con el inicio del verano arrancaron las Brigadas por la inclusión. Se trata de que jóvenes voluntarios pasen tres días en cuatro centros de la sierra huichola, en donde “desarrollarán un diagnóstico más focalizado para seguir desarrollando estrategias”. Suponemos que esa información servirá para el diseño de políticas, para afinar un proyecto de desarrollo, estrategias e inversiones para la región. Felicitaciones a los brigadistas, para ellos será una buena experiencia asomarse y reconocer la belleza de la sierra de Jalisco y Nayarit, lo mismo para palpar con sus propios ojos las duras condiciones en que sobreviven los pueblos originarios de nuestra región. Un buen resultado sería sensibilizar a los brigadistas de los problemas que padecen en la sierra norte de Jalisco. Pero, ¿qué ganan las comunidades que los reciben?

Las Brigadas por la inclusión consisten en “entregas de apoyos asistenciales, despensas, cobijas…”, aunque más bien se necesita generar fuentes de empleo y posibilidades de comercialización de sus productos y artesanías a precios competitivos. Seguimos haciendo lo mismo de siempre: conteniendo la pobreza que afecta a 16 mil 736 personas que no tienen ingresos suficientes para satisfacer sus necesidades mínimas, en la sierra wixárika. Además, las comunidades carecen de acceso adecuado y cercano a los servicios de salud y no cuentan con servicios básicos en sus viviendas. Las brigadas se proponen “combatir la pobreza y la desigualdad con estrategias transversales para restituir los derechos de la población”. Realmente podríamos imaginar que una estrategia transversal consiste en entregar 2 mil 500 apoyos asistenciales, entiéndase cobijas o despensas, si las personas con carencias e ingresos insuficientes llegan a los 16 mil 736. ¿En tres días por comunidad se podría hacer un diagnóstico adecuado? ¿Con esa información realmente se podrán diseñar estrategias para la solución de un nudo de problemas y además restituir los derechos de la población?

Algo está desequilibrado o se trabaja seriamente en un diagnóstico a fondo para reconocer la magnitud de las condiciones de pobreza y las carencias de la población o se trata de formular estrategias más modestas, realistas, que se orienten a mejorar las condiciones de vida del pueblo wixárika. Pero si el gobierno cree que con repartir despensas y acciones asistenciales “restituirá los derechos de la población”, la verdad parece un objetivo demasiado pretencioso, con el que difícilmente se podrán resolver los complejos problemas que hacen de la condición de pobreza un destino para esos pueblos.

La coordinadora de Desarrollo Social, Ana Bárbara Casillas, reiteró que “la población indígena de la zona Norte ha sufrido discriminación, despojos territoriales y no han sido reconocidos como sujetos de derechos”, pero además afirma que “las brigadas no serán suficientes para resolver el rezago en la zona Norte” (El Diario NTR Guadalajara, 18 de junio). Y si ese es su pronóstico, entonces qué podría hacer el gobierno de la refundación para hacerse cargo de las causas profundas que generan ese cúmulo de problemas.

En Jalisco seguimos tratando al pueblo wixárika, como nuestros inditos, a los que debemos darles caridad; no los hemos apoyado lo suficiente, ni hemos encontrado las estrategias adecuadas para que se constituyan en sujetos de su propio desarrollo y puedan lidiar con las condiciones que les imponemos desde fuera, para que sigan pobres y hereden sus carencias de una generación a otra.

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JJ/I