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Se solicitan autoridades que regulen a Caabsa

María Luisa Medina vive en Tololotlán, una delegación de Tonalá a unos 500 metros del límite más cercano de Laureles, el tiradero de basura al que llegan principalmente los desechos urbanos de Guadalajara. Esta mujer que además es asmática padeció en grande el incendio de abril en el basurero. Nos recibió a un par de reporteros en su casa y con detalle nos contó la tarde de aquel domingo en que Laureles se envolvió en llamas.

Mientras nosotros en Guadalajara supimos la noticia del incendio el domingo 14 de abril desde la comodidad de las redes sociales, para María Luisa, su esposo, hijos y vecinos, acostarse esa noche con la columna de humo acercándose a su casa significó temor por su vida. “¿Nos vamos a dormir con este humaderón?”, “¿y si no amanecemos?”, fueron preguntas que se hicieron los esposos. Con esa incertidumbre se fueron a la cama.

Amanecieron con vida pero con una mala noticia, el incendio apenas estaba comenzando y cobrando fuerza. Pronto, su comunidad estaba cubierta de humo y la visibilidad se nubló con un gris denso y un olor que además de insoportable, era dañino. El asma de María Luisa se agravó y se le complicó respirar por sí misma.

La Secretaría de Salud les llegó a los varios días de aquel incendio que parecía no acabar y les repartió cubrebocas, pero las actividades en la comunidad seguían sin cuidado, recuerda ella, a pesar de que estaba activa una emergencia atmosférica en Tonalá y El Salto. Nada más los niños enfermos, con ojos y garganta irritados, eran los que faltaban a clases, el resto sí iba.

A lo largo de sus 20 años viviendo en esa casa en Tololotlán, María Luisa ha visto la montaña de basura cada vez más grande y más cerca de su comunidad, pero ni ella ni sus vecinos quieren más convivir con un sitio que les causa problemas de salud y contaminación del río Santiago.

De hecho, a unos días de la quema la visitaron activistas para preguntarle si estaba interesada en firmar un documento para entregarlo al gobierno del estado y pedir en colectivo el cierre del vertedero; no lo dudó y firmó con la esperanza de que pronto termine el suplicio de tener como vecino un tiradero opaco, que puede llegar a incendiarse una semana sin que haya medidas serias para resguardar la salud de los seres humanos que viven alrededor, como ella y su familia.

Aunque Laureles ha acreditado incurrir en las irregularidades suficientes como para que la Semadet le revoque el permiso para operar y cierre, históricamente a las administraciones pasadas les ha temblado la mano para ejercer su autoridad y hacer lo que les corresponde, sancionar a Caabsa y al menos suspender Laureles en serio, lo que ha derivado en un perjuicio directo en la calidad de vida de quienes están alrededor.

Lejos de cerrar como a María Luisa le gustaría, Caabsa tiene otros planes con Laureles. Quiere seguir creciendo, ya sea a través de permisos legales con la Semadet o con amparos judiciales para trabajar y seguir recibiendo dinero de Guadalajara, como opera en la actualidad.

El gobierno de Enrique Alfaro Ramírez tendrá su prueba de fuego con este caso, porque la empresa tiene en trámite la incorporación de un predio llamado Los Pinos para que la vida útil del vertedero crezca 10 años más, para que albergue hasta 5 millones de metros cúbicos de basura más; un proyecto que ya le negó la pasada administración por una serie de irregularidades. ¿Cederá este gobierno, otra vez, ante los caprichos de Caabsa o privilegiará el bien común? En julio sabremos de qué están hechas las autoridades.

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