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El trato

Consideramos que un menor hasta los 11 años, es un niño. Posteriormente es un púber, ya que en su mayoría a dicha edad, inician los cambios físicos y mentales que muestran aceleración hacia la madurez. Padres y maestros cometen el error de tratar a sus hijos y alumnos de manera infantil iniciando por utilizar un lenguaje aniñado con palabras que resumen acciones por ejemplo: guagua por perro, teté por leche, meme por dormir; dificultando así, que los niños adquieran una madurez lingüística y fonética.

El uso de holofrases o palabras que implican un significado de una acción o enunciado tiene una razón natural ya que los pequeños son incapaces de generar palabras completas o frases en un primer momento, pero no es correcto bajarse a su nivel para facilitarles su comunicación sino exigirles que vayan dominando las palabras.

Con los años se comete otro error en la comunicación pues los adultos consideran que los niños no son capaces de recibir mensajes e interpretarlos e inician una comunicación pueril con códigos que erróneamente se cree facilitan la comunicación, por ejemplo cambios de tono, volumen, gestos, miradas o movimientos corporales. Todo ello lo único que consigue es que los niños no maduren con velocidad adecuada su capacidad de comunicación.

Lo aconsejable es comunicarse con los niños haciéndolos reflexionar de una manera concreta sobre todas sus acciones. Dar órdenes sin explicar las razones provoca personas con baja responsabilidad que actúan de manera conductual. Explicar a un niño desde pequeño las razones de llevar una estructura y orden le ayudará a ser consciente, sensible, pensante y comportándose sabiendo que cada acción tiene una repercusión directa en su persona y la familia o comunidad a la que pertenece.

Enseñarle el valor de dormir bien, su aseo personal, el alimentarse bien, el estudiar para prepararse, el no hacer berrinches inútiles. Enseñar a un niño a escuchar es de vital importancia en los primeros años para poder seguir instrucciones y concentrarse, procesar información y actuar en consecuencia.

Cuando el niño recapacita sobre malas conductas y corrige por sí mismo habremos obtenido la metacognición y el buen hábito que lo acompañará de por vida. Usar lenguaje común de adulto y hacerlo partícipe de sus acciones, reglas, consecuencias, logros y fracasos lo llevará a una sana maduración.

JJ/I