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Aquellas elecciones

Cuando se acercaba el primero de diciembre de 2018, una broma común era decir que AMLO no tomaría posesión de la presidencia ese día… porque en realidad presentaría su primer informe de gobierno. En efecto, a partir del resultado electoral de hace un año, la administración de Peña Nieto se eclipsó ante la vorágine de declaraciones y acciones de un presidente electo que además ya había designado y hecho público a prácticamente todo su gabinete.

A pesar de la larga espera para la toma oficial de posesión, dio la impresión de que el cambio fue vertiginoso: en unas cuantas horas no sólo en México, sino en el mundo, AMLO era reconocido como el interlocutor central de nuestro país, incluyendo el tuit de Trump, señalando que esperaba impacientemente su ascenso.

Un año después, el panorama es más complejo. No se han cumplido las expectativas de grandes esperanzas de cambio y tampoco se han cumplido los temores de extremismo y de catástrofe que igualmente se generaban. En el plano económico se advierte una extraña combinación de cambios y de inercias, de esperanzas y de desilusiones, de elementos dignos de apoyo y de cuestionamiento a la actual administración.

Lo más sencillo sería la descalificación o la alabanza total.

Desde lo primero, se constata el crecimiento económico cada vez más lento, la reducción en la calificación de las deudas de México y de Pemex, los fuertes cuestionamientos ambientales, económicos y hasta culturales de las grandes obras propuestas, la baja generación de empleo, la desconfianza para la inversión, los precios de las gasolinas y más. Cabría preguntarse si esta evolución se deriva sólo de la política económica actual, o está determinada por el efecto de las políticas previas y de las presiones generadas por el gobierno de EU. Por el contario, también cabe preguntarse si tal evolución se debe sólo a razones externas y no se está causada también por las propias decisiones gubernamentales.

Desde el apoyo incondicional podría alabarse la austeridad gubernamental y el cese del derroche; el trabajo diario, el uso de recursos públicos para estudiantes, jóvenes, indígenas, ancianos, población con discapacidad; la lucha contra el huachicol, etc.

Sin embargo, lo anterior también se ha cuestionado en términos de la reducción del gasto público en cuestiones básicas.

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JJ/I