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G20: la erosión de la colaboración internacional

Donald Trump nació en 1946, Vladimir Putin, en 1952; Andrés Manuel López Obrador y Xi Jinping, en 1953; Shinzo Abe y Angela Merkel, en 1954; Jair Bolsonaro, en 1955; Mauricio Macri, en 1959. Prácticamente todos los líderes de las principales economías del mundo nacieron después de la Segunda Guerra Mundial y eran niños cuando la generación de sus padres y abuelos diseñó el nuevo sistema económico global a partir de las ruinas que dejó la guerra, buscando que a través de la colaboración de las naciones se consiguiera evitar enfrentamientos semejantes.

La conferencia de Bretton Woods celebrada por 44 países en 1944 dio origen a dos pilares institucionales de esta nueva arquitectura global: el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial, y dio pie a que en 1947 se firmara el GATT (siglas en inglés del Acuerdo General sobre Aranceles Aduaneros y Comercio).

Los líderes del mundo de los 40 aprendieron la lección por las malas de que en las guerras comerciales no gana nadie y que el único camino para crecer y mantener la paz es a través de mecanismos que permitan definir reglas consensuadas… como los tipos de cambio y los criterios para intercambiar bienes y servicios entre fronteras.

Los líderes de hoy heredaron estos mecanismos, pero no vivieron en carne propia el mundo salvaje anterior a ellos, en el que durante siglos se sucedieron ambiciones imperialistas de distintas naciones que inevitablemente terminaban en guerra.

Es fácil dar por hecho lo que hemos tenido toda nuestra vida. Es fácil para una generación olvidar los aprendizajes de las generaciones que nos precedieron.

Por supuesto, los mecanismos que se construyeron después de la Segunda Guerra Mundial no eran perfectos. Conforme el mundo se ha ido interconectando y haciendo más complejo han surgido nuevos retos globales.

Pero hasta ahora ha predominado la voluntad de crear espacios de diálogo para tratar de alcanzar consensos. Las crisis petroleras de los 70 motivaron a los líderes de las principales economías a formar el G-7 para acordar políticas macroeconómicas. Las crisis económicas en países emergentes en los 90, como la de México en 1994, hicieron visible la necesidad de sentar a la mesa de discusión a más países y se creó el G-20. Cuando se identificó el problema del cambio climático como un reto que involucraba a todo el mundo, se creó el Protocolo de Kioto y sus conferencias anuales.

Esto ha cambiado en los últimos años…

La arquitectura que permitió libre comercio y estabilidad financiera en las últimas décadas generó también otros retos como aumento de la desigualdad, recolocación de cadenas de suministro, flujos migratorios, movimientos en los mercados laborales, internacionalización del crimen.

Poblaciones hartas de no tener soluciones a estos grandes retos están echando a los líderes del statu quo y eligiendo a líderes como Trump que busca reventar los mecanismos de colaboración internacional o como López Obrador, que simplemente no le interesan.

El G-20 de este año solo sirvió para que Trump resolviera un conflicto que él mismo había creado (la guerra de aranceles con China) y nuestro presidente ni siquiera estuvo presente.

La solución no está en que cada país vea por sí mismo y trate de imponer su voluntad a otros u omita su responsabilidad. Ese camino sólo lleva a la guerra, como lo aprendieron nuestros abuelos.

Lo que hay que hacer es añadir a los mecanismos de colaboración global aquellos temas como la migración que urge resolver, como el Pacto Mundial sobre Migración que aprobaron 152 países en la Asamblea General de la ONU el año pasado (y que Estados Unidos rechazó). En este sentido bien por Marcelo Ebrard que enfocó su participación en el G-20 en incluir el atender las causas raíces de la migración en los acuerdos, poniendo como ejemplo el plan para invertir en el desarrollo de Centroamérica.

@ortegarancé

JJ/I