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Guardia Nacional: ¿panacea o placebo?

Hace años, frente a la casa había un pequeño árbol que, con el tiempo, creció varios metros en altura y follaje. Sin embargo, años después sus raíces se metieron por el drenaje y lo taparon; posteriormente, dañaron la tubería del agua potable y la rompieron; más adelante levantaron la banqueta y amenazaba los cimientos mismos de la casa; al final, se tuvo que talar. Con la debida proporción guardada, el crimen (organizado y espontáneo) en nuestro país ha llegado en constituirse en un enorme árbol con follaje denso y raíces profundas que dañan y socavan los soportes de nuestras comunidades.

La inseguridad pública –junto con la corrupción y la impunidad– es la piedra en el zapato de cualquier autoridad en los diferentes órdenes de gobierno. La lucha que emprendió en su momento Felipe Calderón contra el crimen organizado lo único que logró fue zarandear el avispero con las consecuencias lamentables desde entonces, y que en la actualidad ha alcanzado proporciones desmedidas.

Junio se perfila como el más violento del semestre, con 2 mil 543 asesinatos. De enero a junio suman 14 mil 190 homicidios dolosos. Cada mes se promedian 2 mil 368 homicidios, esto es, 79 muertes violentas al día. Estas cifras alarmantes no incluyen otros tipos de delitos (feminicidios, secuestros, desapariciones, robos), sin contar el dolor y el temor en los familiares de las víctimas. Las cifras son tan contundentes que el pasado domingo se escucharon las palabras del presidente López Obrador, generalmente optimistas, al reconocer que en este rubro la administración que encabeza no ha avanzado.

La respuesta del gobierno federal para enfrentar este cáncer fue crear la Guardia Nacional (GN) para devolver la paz y brindar reposo a los ciudadanos y la seguridad de sus bienes. La expectativa depositada en esta nueva institución de seguridad es tal que Alfonso Durazo aseguró que ese día marcará el inicio del fin de la violencia en el territorio mexicano.

Por desgracia, la certeza de la operación de ese cuerpo de seguridad se ha visto opacada por varias contrariedades: ante la premura por responder a las instrucciones del presidente estadounidense, Donald Trump, para controlar la frontera sur, se enviaron varios contingentes a la región y ante la improvisación, algunos miembros de la nueva corporación se quejaron de las condiciones que imperaban en las instalaciones para dormir y descansar. El comisionado del Instituto Nacional de Migración los llamó fifís por haberse quejado por dormir a la intemperie o en tiendas de campaña.

Ahora, a tres días de haberse dado el banderazo de salida, la GN entra en crisis debido a que los miembros de la Policía Federal no están de acuerdo en ser incorporados a ese nuevo organismo. Pueden tener razón o no en sus demandas, pero lo evidente es que no es lo mismo hacer una ceremonia imponente para presentarla que vivir las condiciones diarias a la que se enfrentarán en la práctica.

Un problema no previsto por las autoridades fue la conformación mixta entre policías federales con soldados y marinos; esto es, juntar a elementos unos con disciplina policial y otros con una castrense hará difícil su integración. Por otro lado, acusar a la Policía Federal de ser una institución “echada a perder” o que sus demandas no son genuinas, sino que hay “mano negra” o ligadas a “grupos de interés” en nada abona a encontrar una solución pronta.

Que la GN se pretenda vender como la panacea contra la violencia y la delincuencia es pretencioso: en realidad es un engañoso placebo.

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JJ/I