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'La fila india'

La novela La fila india (2013) de Antonio Ortuño se estrenó el pasado fin de semana como un montaje monologado interpretado por Gabriela Escatell y bajo la dirección de Karina Hurtado. La versión teatral es una adaptación de la dramaturga Verónica Bujeiro, quien se sumó al proyecto escénico impulsado por la propia Escatell.

Luego de una versión dialogada que pudo verse sólo en la ciudad de San Luis Potosí, La fila india vuelve como el encarnizado viaje de una sola voz que nos describe el horror que guarda nuestro territorio a quienes llegan desde el sur. La polifonía narrativa de Ortuño, que tiene la cualidad de una puesta en escena eminentemente literaria, fue una primera dificultad que superó positivamente la adaptación. Si bien la Negra, desde su versión novelada, recibe las luces principales, al convertirla en la única voz en su versión dramática, lejos de reducir el relato presenta una especie de concentrado de la dolorosa actualidad de nuestras fronteras.

La participación de Hurtado en el montaje brinda –con un mínimo de elementos– contextos socio-espaciales que acompañan a una actriz dispuesta a recuperar el espacio escénico que hacía mucho no habitaba. Personajes vueltos sombras, absurdos coros oficialistas, cuerpos opacos, sonidos alterados u objetos que cobran vida o se borran con una palmada, acompañan a la Negra y la ayudan a contar su historia. La indolente burocracia y sus inútiles protocolos, el vacío discurso de los oficios y los boletines se mezclan con la voz entrecortada de quien ve de frente la muerte. Nuestras fronteras se mueven y convierten este territorio en una fosa oscura y sin fondo que nos negamos a mirar a pesar de la peste. 

El tiempo narrativo tan distinto al de la escena, al segundero humano que la actriz y nosotros, del lado oscuro de la sala compartimos, aún tiene que ajustarse. Escatell entra y sale del ámbito temporal de la Negra quien avanza en el in crescendo propio a la tragedia. Otro de los retos que enfrenta la actriz es el cambio de la voz narrativa, una transición dramática y coreográfica que habrá de tomar el rítmico pulso que demanda el relato.

El montaje que ofrece la triada Escatell–Hurtado–Bujeiro mantiene el complejo poliedro de la trama y lo hace funcionar sin necesidad del andamiaje novelado. La Negra no nos deja voltear hacia otro lado, desvela capa a capa y frente a nosotros, la república crucificada que es nuestra América.

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JJ/I