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Antígona y el algoritmo

Probablemente el fin de la segunda guerra mundial marcó también, en definitiva, el fin de los grandes conflictos armados. Tanto por las nuevas relaciones políticas entre las naciones, o por los grandes avances científicos y tecnológicos en la industria armamentista, la guerra tal vez nunca vuelva a ser un enfrentamiento entre dos grandes ejércitos en un determinado campo de batalla.

El antiguo heroísmo, característica de todas las civilizaciones que han estado en guerra desde los inicios de la humanidad, dará paso a la habilidad para el manejo de máquinas, la elaboración de algoritmos, la construcción de drones portadores de sofisticado armamento y soldados robóticos, ciborg soldados.

Los seres humanos poco o nada tendrán que ver en el campo de batalla, pero la guerra seguirá siendo un asunto humano en donde la superioridad tecnológica desplazará el valor de los viejos y fundacionales conceptos hasta ahora necesarios para continuar sosteniendo la llamada identidad nacional, origen y pretexto de los peores males.

La literatura se verá obligada a construir una narrativa capaz de aportar nuevas visiones sobre el comportamiento del ser humano frente a conflictos en donde la tecnología usurpará el espacio de los dioses.

A pesar de que el conflicto existe y es un conflicto humano sin fin, las reflexiones sobre Antígona se ven agotadas o simplemente pierden la vigencia que hasta hace apenas unos años tuvieron. Sobre Antígona y “el mandamiento ético absoluto que le impone la obligación de enterrar a su hermano”, el mundo parece estar cansado de haber hablado mucho, sin lograr un acuerdo definitivo.

Para Steiner, citado por Magris, “Antígona... es también una suma de todas las relaciones y los conflictos humanos esenciales: entre vejez y juventud, sociedad e individuo, mundo de los vivos y mundo de los muertos, ethos masculino y femenino, amor y sacrificio, esfera de la intimidad privada y su profanación pública, martirio del corazón expuesto en la plaza pública”.

El mundo actual, ignorante de mandamientos éticos, ajeno a las “leyes no escritas de los dioses” y de los dioses mismos, deslumbrado por la tecnología, se dispone a abandonar a Antígona en manos del algoritmo.

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da/i