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Porque son importantes

Leía hace unas horas un artículo cuyo argumento para la reflexión que proponía hacer, era una entrevista con Woody Allen en la que el cineasta estadounidense criticaba la actitud de los encuentros cinematográficos, tachándoles de propagar el culto a la celebridad, poner a la moda, las alfombras rojas y el chisme, por encima de la calidad de las películas, su difusión y su carácter de espacios para un cine difícil de ver fuera de sus circuitos. El artículo tenía entrevistas con tres programadoras de festival importantes, Berlín, Cannes y Sundance, en el que las tres coincidían en una cosa: su defensa a la programación de películas de calidad.

Es verdad, algunos festivales de cine han aprovechado –para bien y para mal– las posibilidades que la publicidad y el mercadeo ofrecen para posicionarse y ampliar su visibilidad en un mundo de consumo en que el nombre queda por encima del producto en las preferencias de aquellos que los consumen, propagando una imagen que se acerca más a la nota rosa, Cannes, Berlín y Sundance, han aprovechado ese impulso y no lo pueden negar.

Sin embargo, y a pesar de que los tres festivales mencionados han virado su comunicación hacia el culto a la alfombra roja, creo que los festivales de cine son muchísimo más, son las ventanas más importantes para encontrarnos con las películas que las grandes cadenas y los corporativos estadounidenses no quieren que veamos, porque seguramente en poco tiempo de su difusión en masa, acabarían con su mercado acartonado de efectos especiales y remakes.

A pesar de su carácter mediático, los festivales son también espacios de trabajo para profesionales comprometidos en cada uno de sus ámbitos, en el que los obreros del cine, programadores, distribuidores, festivales, institutos de cinematografía y un larguísimo etcétera, se reúnen para pensar el devenir de este arte, para ofrecer más y mejores películas a un público amplio y cambiante; no sólo abren panoramas hacia el nuestro y otros cines, también son lugares de reflexión, de encuentro entre creadores, son bastiones de formación de nuevos cineastas, de nuevos programadores, periodistas, técnicos; apoyan el desarrollo, la producción y postproducción de nuevas producciones, pero sobre todo, sobre todo, son las murallas que detienen la unilateralidad de contenidos al público, que como el principal receptor de estos esfuerzos, puede defenderlos de una manera muy sencilla: llenando las salas de los festivales, siendo al mismo tiempo, sus más grandes críticos.

@FitoCastmo07

JJ/I