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Un viaje al corazón…

Nos conectamos a redes sociales, a la radio y a la televisión y lo más relevante –y escabroso- de toda las noticias de esa mañana del sábado 3 de agosto de 2019 era que un chico estadounidense de 21 años había entrado a un centro comercial de El Paso, Texas, ciudad fronteriza con el estado de Chihuahua, México, para llevar a cabo un tiroteo que según varias fuentes el propio tirador definió era para matar hispanos.

Paralelamente, el presidente Donald Trump recibía la noticia en Florida frente a un grupo de personas que al contrario de una reacción de desprecio frente a un crimen, aplaudieron y “agradecieron” la acción del chico, con el presidente sin hacer algún comentario en contra de los hechos.

Pero quizá la parte más triste de todo este asunto, está relacionado con lo todo lo que hay detrás del acto en sí; ya es deleznable y trágico que un chico de apenas 21 años tome una arma de alto calibre y entre a un espacio público a disparar prácticamente sin resistencia; el problema está en la forma en que se informa, en lo que se informa y dónde se informa. No hay filtros que permitan ayudarnos a encontrar qué información es más cercana a la verdad de un hecho, y es en ese enorme hueco, en el que las distancias a favor de esta desinformación y perpetuación del odio en forma de desinformación permean a grupos más vulnerables que toma esto y lo tornan en discursos de odio, clasismo, racismo, etc.

Algunos de los intentos más loables para realmente conocer lo que sucede en los márgenes, es el cine; en ese espacio vacío de claridad informativa, particularmente el cine documental se ha colocado como un referente desde su lenguaje dramático, crudo, poético, pero (casi) siempre fiel a sus personajes y acontecimientos; especialmente en temas de frontera y migración, el documental nos ha llevado a viajes mucho más concretos que cualquier nota, mención o post de redes; un viaje al corazón de todas esas historias que a las que podríamos acudir para realmente conocer al otro, al que es diferente de mí, de nosotros e intentar comprendernos.

Rodrigo Reyes, un chico mexicano que migró al norte de California muy joven, se embarcó en un viaje para conocer lo bello y lo horrible de la frontera. Durante cinco semanas él y su equipo se adentraron al confín de una línea divisoria invisible, pero muy tangible, en la que escena a escena conocemos más de este no-lugar de miles de kilómetros. Eso es Purgatorio, viaje al corazón de la frontera.

Escondida entre todas esas imágenes brutales en Purgatorio, podemos encontrar la esencia de nuestras diferencias, muchas que no se ven en los medios ni en las redes, otras que nos muestran que el odio sólo saca lo peor de unos y otros.

@FitoCastmo07

JJ/I