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El ‘crystal’ y el infierno

El negocio del crystal no está en el sótano de alguna instalación secreta de Nuevo México. Está aquí, a veces en alguna casa en plena ciudad de Guadalajara.

La información recabada por las Naciones Unidas acerca del mercado de las drogas establece que en 2016 el valor de un kilogramo de metanfetamina en México superaba los 14 mil dólares, lo que al tipo de cambio de entonces y considerando la inflación podría superar los 300 mil pesos en este momento.

Eso sin tomar en cuenta la variación de los precios debido al incremento de demanda (seguramente alto, considerando que en los años dosmiles a la década actual el consumo de esa droga entonces escasa se normalizó). Pero también hay que considerar un lento crecimiento de la oferta, limitada por la misma clandestinidad de la industria.

Ante el declive del mercado negro de la marihuana en Estados Unidos, los productores han diversificado sus productos prestando especial atención a las drogas sintéticas. Gozan de condiciones de producción cada vez técnicamente más favorables tanto en mano de obra especializada como en acceso a equipo, instalaciones e insumos.

La labor de las agencias de investigación del estado ha enfrentado un sospechoso descenso en aseguramientos de narcolaboratorios, al menos en Jalisco.

Para empezar, las corporaciones locales de seguridad y de procuración de justicia han tenido una drástica disminución de hallazgos de ese tipo de instalaciones, ya que en estricto sentido no es el ámbito de su competencia, lo cual hace nueve o 10 años no limitaba para ellos ese tipo de operaciones en la práctica.

La autoridad federal es la que verdaderamente mantiene la competencia para las investigaciones de producción de drogas, pero también en el último sexenio fue notoria una disminución a nivel local de los reportes de narcolaboratorios asegurados.

Aunque son frecuentes los aseguramientos de uno o 2 kilogramos de crystal transportado en algún compartimento secreto de algún vehículo o enviado por paquetería oculto en o camuflado como algún objeto común, el trasiego sigue por esos medios.

Ello hace pensar que el volumen de producción y el éxito de los envíos son tales que los aseguramientos son riesgos marginales considerados en las operaciones de los señores del crystal.

En general los delitos contra la salud han dejado de ser considerados como graves y por tanto los imputados por ese tipo de ilícitos tienen el beneficio de enfrentar sus procesos penales con medidas cautelares distintas a la prisión preventiva. Pueden estar libres durante el juicio.

Pero ellos son los peones y son sacrificables. Si un burro, como les dicen, cae en la cárcel, ya ha aceptado el riesgo desde el momento de asumir la misión y nadie verá por él. Al contrario, su integridad e incluso su vida correrían peligro si revelara algún secreto del cártel.

El riesgo para los involucrados en la industria del crystal (y en general del narcotráfico) está sobre todo en la competencia. No hay ley que los rija, sólo importa la maximización de las ganancias. Es una competencia desleal y violenta. La guerra en las calles y en despoblado por el control de un territorio es nuestra cotidiana tragedia, tan cotidiana que pierde su dimensión brutal.

Ni abrazos ni balazos han alcanzado para sanar la llaga del fratricidio diario, y la Guardia Nacional no ofrece de fondo algo distinto al principio rector de las previas políticas públicas de pacificación.

Si en Jalisco ha habido una aparente disminución de homicidios, propiciada por un refuerzo de gendarmes, el descenso no será permanente porque el negocio sigue, el cambio de una variable no alcanza para poner fin a nuestro infierno.

@levario_j

JJ/I