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Entre la paz y libertad

Hubiera querido dedicar mucho más tiempo a otra cosa, como, por ejemplo, al estudio de la tipografía. A entender eso de las serifas o las cajas chicas, las astas, los bucles o las panzas. A entender qué clase de dibujo y técnica realizo a diario con mi plumón violeta Stabilo sobre un post-it cuando escribo un teléfono o un pendiente, cuando me esfuerzo en dibujar una bonita letra para la tarjeta de un regalo o al dejar impresa con tinta sobre papel mi firma, la muy parecida a la de mi papá, ingeniero al que todavía recuerdo repasar con un leroy una regla con letras en sus planos. Quisiera saber por qué elijo Calibri en Word; cómo es que José Ruiz elije una fuente para una de sus pinturas; o qué se siente descubrir, como Alexia Halteman, José Clemente, Rodolfo y Carlos Armenta, de Impronta, esa tipografía de molde exacta, ese papel justo, esa máquina perfecta precisamente por su imperfección para engalanar un poema de Julián Herbert, incitar a la desobediencia civil de Thoreau o desglosar esas multitudes personales del arte de Baudelaire.

Impronta lleva ya varios años en su extraña dirección: por la calle Penitenciaria entre La Paz y Libertad, que siempre me recuerda al ensayo de Sheridan sobre los nombres de las calles. La conozco desde antes de abrir, cuando recorrí la vieja casona gracias a la siempre generosa hospitalidad de Helena Aldana. Desde entonces voy menos de lo que quisiera (otra vez el tiempo), pero persigo sin tregua sus actividades por Facebook. Me gusta mucho lo que hace Impronta, imaginar que lo que allí hacen es una historia alterna: otra narrativa del libro fuera de la oficialidad aburrida del FCE o de la terquedad comercial de las grandes librerías. Imagino su funcionamiento como la redacción de El Ahuizote o Regeneración, pero ante lo que ahora llama Lipovetsky “la era del capitalismo artístico”.

Me gusta tocar los surcos que hacen las prensas en cada letra. Son como braille para nostálgicos, como si en esos canales se mantuviera el aliento que Gutenberg heredó quienes leemos. Quisiera saber más de apófiges, espinas o brazos, pero lamentablemente jamás alcanzaré a ser tan docta en la materia como quienes trabajan en Impronta, quienes el próximo 5 de septiembre presentarán Palabras migrantes de Verónica Gerber. Ya saben la extraña dirección.

@doloresgarnica

JJ/I