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El responsable del delito

¿Es un garantismo excesivo el de nuestro sistema penal? Hasta antes de 2016, en la mayor parte de México si te acusaban de un delito ya de antemano eras culpable e ibas a la cárcel.

Las cárceles estaban llenas de reos sin sentencia, que algunos acaso después de tres años salían al ser declarados inocentes. Había quienes se pasaban ahí toda la vida.

Allá en 2008, justo cuando estaba en discusión la reforma al sistema penal inquisitorio, salió una película documental devastadora que retrataba lo peor de ese esquema: Presunto culpable.

Mucha gente creía que en México los juicios eran como en las películas gringas, que el acusado se sentaba ante un jurado y un juez que escuchaban todas las versiones acerca del delito en cuestión. Mucha gente aún lo cree. Pero en ese momento los espectadores tuvieron la oportunidad de conocer el mundo kafkiano de prisioneros y funcionarios judiciales enajenados. Las montañas de papeles. Las investigaciones fabricadas. Los jueces ausentes.

La película no fue un hit de taquilla ni de puesto de tianguis, pero tuvo un público vasto que se cuestionó cómo era posible que ocurriera algo así en México. Pero así es México, podemos responder, a pesar de una profunda reforma. Porque tuvo una torpe y lenta implementación que parece no haber terminado en muchos aspectos. Hay vicios que arrastran las instituciones y ese lastre impide un acceso a la verdadera justicia para víctimas y enjuiciados.

El plazo definitivo para la adopción integral del sistema feneció el 18 de junio de 2016 y aun así las instituciones no estuvieron preparadas para dar el gran salto. Principalmente, las corporaciones policiales y de procuración de justicia mantenían los mismos comportamientos inquisitorios, violatorios de derechos humanos. Hay servidores públicos en esas instituciones que ahora añoran aquellos años de prevalencia de derechos del estado por sobre los derechos humanos.

Las instituciones judiciales fueron las más preparadas para la transición y, como responsables de vigilar los procesos, se vieron obligados a liberar a gran cantidad de acusados por fallas en el debido proceso. Parecía que el nuevo sistema había fracasado y, de hecho, los policías culpaban al sistema por liberar a los criminales. Todavía lo hacen, porque no han terminado las adecuaciones ni el aprendizaje.

Además, el sistema penitenciario ha tenido un descenso importante en la cantidad de reos en los últimos años, lo cual era uno de los efectos esperados y buscados por la reforma.

Pero dentro de todas esas transformaciones, quedan muchos pendientes y ámbitos de aprendizaje para todas las instituciones involucradas. Hay también oportunidades de nuevas reformas. No es perfecto y es el trabajo de todos los poderes del estado trabajar por su perfeccionamiento.

El sistema de garantías del nuevo sistema ha logrado, por ejemplo, que las personas acusadas de delitos no violentos no necesariamente esperen en la cárcel la resolución judicial a su favor o en contra. Se percibe que ello propicia la impunidad, pero si se aprovechara favorablemente, repercutiría en la reparación de los daños causados por los delitos y en un mejor acceso a la justicia.

Por último. Ya he planteado que esto no es Estados Unidos, pero hay un texto audiovisual gringo que me ha hecho reflexionar acerca del delincuente. ¿Es un delincuente todo aquel que comete un delito? La serie The Sinner reflexiona acerca de ello. Para empezar, restringir la definición individual a un acto es una limitación del entendimiento de la persona. Pero también puede haber una persona que no sea completamente responsable o no sea responsable en absoluto de un delito.

@levario_j

JJ/I