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La contrarreforma de AMLO en la educación

Muy grave lo que se viene para la educación pública básica en México con el anuncio de las leyes reglamentarias derivadas de la cancelación de la reforma educativa de Enrique Peña Nieto por parte de la administración de Andrés Manuel López Obrador; para decirlo pronto, pasamos de tener una reforma educativa mocha e insuficiente, “mera reforma laboral”, a no tener nada, pues el presidente le ha devuelto el control de la educación a dos agrupaciones sindicales cuya trayectoria en la historia mexicana va de anodina a lamentable.

No quiero en ningún modo señalar que la reforma del sexenio pasado fuera perfecta. Pero era la base para establecer cambios de fondo que reclama el sector. Contra las acusaciones de ser “neoliberal”, la reforma peñista devolvía al Estado la iniciativa en el sector, y ahora, queda en manos de dos entes que ni son propiamente privados, pero sin duda tampoco representan el interés público.

A mi juicio, el enfoque en este tema por parte de la administración de Andrés Manuel López Obrador siempre ha estado equivocado. Es absurdo por un lado pretender mejorar nuestra mayor carencia, que es la calidad educativa básica, entregando a dos corporaciones que han demostrado ser más buenas para la grilla y los intereses políticos de corto plazo que para la preparación de sus alumnos. El presidente, además de hacerse de la vista gorda con eso, nos da a cambio su pretensión de que en un país de más de 120 millones de habitantes todos tengan acceso a la educación superior sin siquiera cumplir los menores requisitos. Para acabar pronto: ni la admirada Cuba castrista da pase automático a la educación superior, se trata de un acceso meritocrático porque representa una gran inversión, y lo mismo que los países capitalistas, si el recurso humano lo vale, es admitido y becado.

Pero más absurdo aún, ¿de verdad esperan que entregando la educación básica a los sindicatos se tengan alumnos de calidad que aspiren a ser buenos en profesiones universitarias? En cierto modo, López Obrador encarna el viejo sueño priísta revolucionario: el alemanismo pretendió crear el país de los licenciados, parece que ahora seremos el país de los doctores… que conducen taxi, que venden tacos o seguros, que arreglan casas, que se dedican al emprendimiento, porque en realidad no hay tantos empleos disponibles, y peor será cuando se muestra un papel, pero no calidad profesional.

El efecto ineludible de la degradación del sistema educativo es el mensaje, profundamente neoliberal, de que si la gente quiere a sus hijos preparados, deberá pagar por ellos en escuelas privadas, tal cual lo hacen ya los procelosos guardianes de la revolución de la 4T. Si usted es pobre, jódase, porque deberá mandar a sus hijos a escuela pública y si no es vigilante, nadie le garantiza lo que aprendan. Además, la otra medida neoliberal, de entregar apoyos directos, sin intermediarios, incluye los recursos para reparar escuelas. ¿Los padres de familia pueden sustituir a los ingenieros planificadores y a los constructores en obras de calidad para los planteles? Tan sólo ponerse de acuerdo será un verdadero desafío.

Siempre lúcido, Gabriel Zaid ya nos lo advertía en De los libros al poder: “México es un país donde el radicalismo aumenta con los ingresos: donde los pobres son conservadores y los progresistas no son pobres (…) una vez que la izquierda llega a arriba, la reacción queda abajo: es el pueblo irredento que necesita educación…”. Y ésa es la educación que ofrece la cuarta: un retroceso a los años 80 y 90 donde no es el Estado, sino las corporaciones las que deben decidir por el bien de los hijos.

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JJ/I