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Mi cuerpo, ¿mi decisión?

¿Le gustaría que alguien más determinara qué es lo que debe ocurrir con su cuerpo? Por ejemplo, ¿que pudiera decidir qué partes de su cuerpo se le donarán a otra persona, mientras usted continúa con vida? ¿Y que le prohibiera realizar ciertas actividades o consumir determinados alimentos o bebidas a fin de mantenerle en óptimas condiciones de salud, porque ya tiene programadas varias operaciones en las que le extirparán algunos órganos para donárselos a otra persona? O, en fin, ¿que usted no tuviera la oportunidad de decidir si quiere o no seguir posponiendo la realización de sus propios sueños, porque se le ha impuesto la obligación de mantener con vida a alguien más, con su propio cuerpo?

Esas preguntas son las que plantea la película My Sister’s Keeper (traducida como La decisión más difícil). En ella se cuenta la historia de una niña que fue concebida mediante un tratamiento que la hizo genéticamente compatible con su hermana mayor, quien padecía una serie de enfermedades que para ser paliadas requerían de diversos trasplantes de órganos. De ese modo, la protagonista de la película es tratada casi como si fuera la refaccionaria de su hermana.

En el fondo, el argumento de la película retoma una propuesta del filósofo Immanuel Kant, quien planteó que, para respetar la dignidad humana, todas las personas deben ser tratadas como fines en sí mismas, y no como medios para que otra persona realice sus propios fines. En la película, la protagonista interpone una demanda contra sus propios padres, porque son ellos quienes no la reconocen como una persona valiosa por sí misma, sino que la consideran valiosa sólo porque puede aportar los órganos necesarios para mantener con vida a su hermana, y disponen de su cuerpo sin preguntarse si ella está de acuerdo con eso.

En el caso de una mujer obligada a continuar con un embarazo que no desea enfrentamos la misma situación planteada en la película, pues deja de ser importante y valiosa por sí misma, ya que quien le impide abortar considera más valioso al cuerpo humano en formación, a costa del cuerpo de la mujer, que a la propia mujer.

De hecho, los grupos autodenominados provida buscan conservar una situación que les permite a los machos la transmisión de sus propios genes, a costa de cualquier mujer a la que embaracen. En el fondo, la prohibición legal del aborto es reflejo del miedo que les tienen a las mujeres emancipadas las personas educadas en el entorno de una masculinidad machista.

Es decir, tener la posibilidad de interrumpir un embarazo no deseado le da a una mujer poder para definir su propio proyecto de vida al margen de lo que un macho desee. Tan claro es esto que muchas personas que integran las organizaciones provida aceptan el aborto en caso de violación, pero porque implica imponerle a un macho la crianza de un hijo que no es suyo, y como si las mujeres fueran propiedad de los varones y no personas libres.

Por otra parte, le doy la razón a quienes argumentan que el embarazo se trata del desarrollo de un cuerpo humano distinto y ajeno al de la mujer.

De manera que ante la pregunta de si es decisión de una mujer embarazada interrumpir o continuar con un embarazo, porque está en juego su cuerpo, la respuesta es un rotundo sí, porque por respeto a su dignidad no se le debe imponer la obligación de mantener con vida a otro cuerpo humano a expensas del suyo propio. Siendo así, nuestros diputados federales y locales deberían de dejar de buscarle tres pies al gato y legislar lo conducente para que la mujer que lo desee pueda abortar en las mejores circunstancias posibles, en respeto a su dignidad.

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@albayardo

JJ/I