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La organización y ayuda mutua

Realidades tan dolorosas y crudas que acontecen en nuestro país como la poca claridad sobre los 43 desaparecidos de Ayotzinapa; la indefinición sobre qué hacer en Jalisco con los 138 cuerpos encontrados en La Primavera. O constatar que los delitos implican costos económicos, sociales y repercuten en la percepción de malestar y desconfianza con que vivimos los ciudadanos de Jalisco y del país entero han sido el centro del análisis que compartimos durante las dos últimas semanas.

Esta semana queremos destacar la importancia que tienen la organización y el apoyo mutuo, a partir de experiencias que se han consolidado a través de los años en la Sierra Norte de Puebla, en la región mazahua del Estado de México y al recuperar la tradición del tequio en la zona zapoteca de Oaxaca. Los indígenas son el segmento de población más relegado y desatendido en el país, y dentro de los indígenas, las mujeres son al mismo tiempo las menos tomadas en cuenta, pero las que se animan a luchar con más fuerza por sus derechos, los de sus familias y por restablecer los lazos que sus comunidades necesitan para mejorar la vida que comparten.

La primera experiencia que me sorprendió tiene que ver con la creación de un modelo para ejercer el derecho a la salud comunitaria de manera “eficiente, costeable, humana y culturalmente pertinente”. Los cuidados que implica preservar la salud básicamente recaen en las mujeres y así lo han asumido en 20 comunidades de los municipios de San Felipe del Progreso, Jocotitlán y Atlacomulco. Las mujeres han rescatado la medicina tradicional y herbolaria para la prevención, atención a la salud y cura que durante siglos se han empleado en su región, han buscado el apoyo de la Universidad Intercultural del Estado de México y han constatado que haciendo dialogar este conjunto de saberes, el mejoramiento de la salud integral de las personas y comunidades ha sido posible.

Una experiencia similar se ha desarrollado en la unión de cooperativas Tosepan Titatanisque (Unidos Venceremos), en la Sierra Norte de Puebla. En esa región existe una red de grupos organizados que trabajan para mejorar la producción y comercialización de productos del campo, de textiles utilizados por los pobladores de la sierra. En el caso de la Tosepan Pajti, su labor consiste en procurar y mejorar la salud de las comunidades de la región y desarrollan su trabajo entre las cooperativas asociadas, cada una con un cometido específico, pero que en conjunto se esfuerzan por mejorar las condiciones de vida, de alimentación, trabajo, de paz y de convivencia entre las comunidades que integran la Tosepan.

Al sur de Oaxaca, en una pequeña comunidad zapoteca, habían convertido el río en un basurero clandestino. Un grupo de mujeres, con mucho esfuerzo y persistencia, fue animando a otras mujeres, a sus niños y después a los hombres a trabajar en un área de 600 metros. Recuperando la vieja tradición de la ayuda mutua o tequio lograron rescatar de la contaminación esa pequeña cuenca que ahora funciona como área recreativa en que la comunidad se reúne, estrecha sus lazos, trabaja y se divierte.

El ejemplo de las mujeres cundió, la banda de música integrada por niños y jóvenes acompaña y anima el trabajo que cada 15 días los convoca. A partir de este esfuerzo han logrado la cooperación de las autoridades para modificar el sistema de recolección de residuos y, sobre todo, así es como han fortalecido el tejido comunitario. Hoy el río canta con ellos.

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JJ/I