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Reciclajes vaciladores

En la cultura mexicana se le rinde culto a los recipientes. Los reutilizamos, los dotamos de nuevos significados, se quedan en la memoria de la nostalgia durante décadas.

Mi abuela inauguró la tendencia en mi familia con las latas de chiles, nos ponía a los nietos a hacerles respiraderos con cincel y martillo una vez terminado lo que había dentro –en la casa de la abuela se consumían chiles jalapeños en cantidades industriales-, y luego los llenábamos de tierra y semillas misteriosas que plantábamos por temporadas; era maravilloso saber que ahí donde no dejaba de crecer la alegre buganvilia también se le dio el sazón a unas igualmente alegres quesadillas, sopes, tacos de recalentado.

También me tocó ser testigo del glorioso momento en que una tía le regalaba a la señora una de estas cajas circulares de metal que tienen deliciosas galletas de mantequilla dentro. Arrasé con varias, le leyenda es cierta, y luego la caja pasó a guardar cartas viejas, hilos, agujas y un pequeño revólver, y así fue hallada hasta el fondo del clóset cuando treinta y tantos años después la abuela decidió no despertar más.

Qué decir de las caguamas: expresión ergonómica del alcoholismo nacional que al final de la fiesta se rompen y sirven como protección de alta arquitectura en los muros lumpen.

Tenemos caja de plástico que alguna vez guardó margarina, hoy convertida en escudilla para la pastilla de jabón en el baño; o qué tal la infamia del recipiente de yogur que promete dulcísimos sabores de durazno o fresa y que al abrirlo resultan ser los frijoles apestosos de la cena pasada.

Los vieneviene saben de esto y bendicen cada noche a los fabricantes de pinturas; la mitad de mis amigas tiene alguna flor o enredadera creciendo de besos pretéritos en la boca de una botella de vino.

Y estoy seguro de que me quedo muy corto. ¿Qué tóper, caja de refresco, garrafón de vidrio o coca de dos litros de refil recuerdas, cuál se te quedó en la memoria, amigo lector?

Aclaración

En mi columna de hace tres semanas, titulada Amor de Godínez es…, utilicé el nombre comercial con el que nació la palabra tóper. Abogados internacionales me escribieron porque a su cliente no le gustó el uso de su marca en este espacio. Bueno, en adelante diremos tóper, túper, táper o tópergüer; espero que nadie se confunda.

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JJ/I