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Unicornios

Hace ocho años, en Silicon Valley corrían rumores de que una burbuja financiera estaba a punto de reventar, pero el momento nunca llegó. El dinero siguió fluyendo hacia las empresas tecnológicas estadounidenses, ahora proveniente de fuentes internacionales. En particular, se pusieron en el mapa las inversiones desde dos países: Japón, principalmente a través del conglomerado SoftBank (que, por cierto, ya está buscando apoyar startups en México) y Arabia Saudita.

La preocupación ha regresado en 2019. A principios de año, las acciones de las grandes empresas tecnológicas estaban cayendo. Algunos críticos señalaron que los inversionistas que practican la caza de unicornios, es decir, que buscan invertir en startups valuadas en al menos mil millones de dólares, deberían dejar de ser tan optimistas, pues la fe ciega en el futuro de la tecnología provoca que muchos proyectos sigan recibiendo dinero aunque lleven años sin generar ganancias.

Para poner un ejemplo, hay grandes empresas con casi o más de una década de antigüedad cuya ubicuidad es tan grande, que muchos se sorprenderían al saber que nunca han sido redituables. Es el caso de compañías públicas como Uber o Snapchat, mientras que otras como Twitter o Spotify tienen menos de un año transcurrido desde que lograron obtener ganancias.

Pero las alarmas de una burbuja se encendieron más con el caso reciente de la compañía WeWork, la cual está en serios aprietos por inflar las expectativas sobre su desempeño.

A diferencia de las startups californianas, WeWork, que llegó a Guadalajara el año pasado, nació en Nueva York. Sin embargo, su crecimiento fue muy parecido a una empresa de manual en Silicon Valley: atraer grandes cantidades de capital de riesgo y crear un culto al ego del fundador.

El concepto es simple: WeWork acondiciona oficinas para startups y profesionistas independientes. Logró expandirse por más de 100 ciudades en casi 30 países. Hasta ahí todo bien. Lo extraño es que se vendió como una empresa tecnológica y no de bienes raíces, lo que subió su valuación a 47 mil millones de dólares. Después del desastre, la valuación fue corregida a 8 mil millones. SoftBank está tomando el control de la empresa y el fundador se retirará.

Es una clara señal de advertencia para los inversionistas: si ven un unicornio, tengan cuidado: los unicornios no existen.

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JJ/I