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Tráfico de armas

Mucho de lo ocurrido con el operativo fallido (el culiacanazo) para detener a Ovidio Guzmán sorprendió a la población, los analistas y, claro, al gobierno. Entre los aspectos para reflexionar está no sólo la cantidad de armas que portaban quienes se enfrentaron al Ejército, sino la potencia de éstas. El video de dos jóvenes sicarios a bordo de una camioneta con una ametralladora impresionante son imágenes difíciles de digerir. 

La pregunta obligada después de ver el despliegue del Cártel de Sinaloa es, ¿de dónde salen tantas armas y cómo llegan a México? Dado que el tráfico de armas es ilegal, las cifras producto de esta actividad son tan sólo estimaciones, pero se cree que cada año son introducidas al país más de 200 mil armas. De acuerdo con la organización Small Arm Survey (Encuesta de Armas Pequeñas), México es el séptimo país con el mayor número de armas en el mundo, con 16 millones 800 mil armas de fuego, legal o ilegalmente. 

Si bien la frontera con México está fuertemente resguardada por la agencia responsable, su objetivo primario es detener el flujo de ilegales y de drogas hacia el país del norte, la línea fronteriza es muy porosa cuando se trata del tráfico de armas, por donde entran al país en camiones con adaptaciones especiales para ocultarlas, para llegar a las manos de delincuentes y narcotraficantes; en ocasiones con la complicidad de autoridades fronterizas mexicanas, que se hacen de la vista gorda. Aunque también está el tráfico hormiga, personas sin antecedentes penales o sin problemas mentales que pueden comprar armas sin restricción, muchas veces por encargo de traficantes. 

La agencia encargada de supervisar la frontera (Aduanas y Protección Fronteriza) reportó en 2018 que sólo impidió que 185 armas y más de 150 mil proyectiles fueran transportados a México, mientras que en 2017 fueron confiscadas 115 armas y casi 65 mil municiones y en 2016 fueron 89 armas y más de 90 mil municiones. Un estudio del Buró de Alcohol, Tabaco, Armas y Explosivos, a través de su “sistema para rastrear armas de fuego”, concluyó que más de 95 por ciento de las armas confiscadas en México ubicaron su origen en los Estados Unidos. 

A unos días de ocurridos los lamentables acontecimientos en Culiacán, autoridades mexicanas y estadounidenses se reunieron para implementar el programa Frozen, con la intención de congelar el tráfico transfronterizo de armas. No obstante, la organización National Rifle Association (NRA) cabildea eficazmente (contribuyendo con cientos de millones de dólares para las campañas de políticos republicanos y uno que otro demócrata) para evitar que los congresistas norteamericanos legislen para dictar resoluciones legales que controlen la venta y posesión de armas, medidas que podrían reducir el tráfico transfronterizo de armas a México. 

Habrá que recordar que desde 2004, durante la administración de George W. Bush, se anuló la prohibición para que los ciudadanos pudieran adquirir rifles de asalto y a partir de ahí se dio un aumento en el tráfico de este tipo de armas favoritas de los narcotraficantes, que han acumulado un verdadero arsenal para hacer frente a las fuerzas policiacas estatales y, en ocasiones –como se vio en Sinaloa– hasta mayor que el mismo Ejército. 

En definitiva, los números nada halagadores evidencian sus efectos en nuestro país: de acuerdo con el Centro Nacional de Información del Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública, el número de homicidios dolosos en el país pasó de 13.28 por cada 100 mil habitantes en 2015 a 17.43 en 2019: en la mayoría de ellos las armas de fuego estuvieron presentes (aproximadamente 70 por ciento, cuando en 2015 era sólo en 15). 

Se estima que existen alrededor de 60 mil comerciantes de armas autorizados en Estados Unidos, sin contar quienes lo hacen sin supervisión del gobierno federal. Ante ese escenario, la posibilidad de controlar el tráfico de armas hacia México es sin duda una tarea titánica.

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da/i