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Ricardo Peláez: 1998-2000, su primer capítulo con Chivas

(Foto: Especial)

Ricardo Peláez fue un largo sueño acariciado por Chivas en la década de los noventa. La idea de contratarlo cobró fuerza a partir de la formación de la Promotora Deportiva Guadalajara, la cual a través de su presidente Salvador Martínez Garza arrendó por nueve años al equipo de Primera División del Rebaño con la intención de regresarlo al protagonismo que perdió en el final de los ochenta y principios de los noventa.

El empresario se puso como objetivo contratar a los mejores futbolistas mexicanos para formar una especie de selección nacional, y fue así como prácticamente tuvo como base al equipo que había dirigido César Luis Menotti con el portero Eduardo Fernández, el defensa Claudio Suárez, los mediocampistas Alberto Coyote, José Manuel de la Torre, y Alberto Guamerú García, así como los volantes ofensivos Ramón Ramírez y Missael Espinosa. También se agregarían los delanteros Daniel Guzmán y Luis Flores, quienes en realidad habían estado con Miguel Mejía Barón, más Benjamín Galindo, quien ya formaba parte de Chivas. Todos, de selección nacional.

Conforme pasaban los torneos, con distintos técnicos como Alberto Guerra, Osvaldo Ardiles, Leo Beenhakker, y Ricardo Ferretti, aumentaba la necesidad por contar con delanteros más contundentes, por lo que la figura de Ricardo Peláez aparecía constantemente en la lista de candidatos.

Ya en aquella época, es decir, entre 1994 y 1996, Peláez rebasaba los 30 años de edad. Había dejado de ser el joven que debutó en América en 1985, y que después pasó al Necaxa para alcanzar con dicho equipo su mejor momento, lo cual lo puso en la órbita de Chivas al grado de convertirse en una obsesión.

Ya en plena madurez, Peláez tuvo un breve retorno al América, para que finalmente Martínez Garza pudiera cumplir la promesa de contar con uno de los mejores delanteros de la época. Y no sólo eso, sino que además agregó a otro atacante como Luis García para formar un ataque temible.

Tal como se le recuerda a Ricardo Peláez, ya fuera en los entrenamientos, en la cancha durante los partidos, y en su trato con los reporteros que cubríamos el día a día, era un tipo profesional al 100 por ciento, que no regalaba nada.

En lo personal, tengo dos imágenes muy grabadas de Peláez como jugador de selección, y fue precisamente dicho personaje el que vimos en el Guadalajara. Primero, en un partido amistoso de México ante Noruega previo al Mundial de Francia 98, en el que el Tri perdía por 5-0. Manuel Lapuente decidió darle ingreso a Ricardo, y él anotó dos goles, su pundonor y su actitud de tratar de cerrar el juego con una actuación digna y un marcador decoroso era lo que lo distinguía.

Su gran momento llegaría en la justa de Francia. De nuevo, México, abajo en el marcador ante Corea del Sur. Entra Peláez en el segundo tiempo, y con más garra y coraje que técnica, el espigado delantero empujaba el balón al fondo.

Su actuación más memorable sería ante Holanda. Una vez más, México, perdiendo, pero ahora 2-0, la derrota lo dejaba fuera. Y de nuevo, Ricardo entraba para convertirse en el iniciador de la rebelión mexicana con un remate de cabeza que acortaba la distancia y encendía la esperanza de la resurrección. La cámara de la televisión enfocaba su rostro y el grito a sus compañeros: “¡Vamos!”.

Aquellas acciones lo definieron por siempre.

La contratación de Peláez ya estaba concretada desde el Draft de Acapulco días antes del Mundial, por lo que el hecho de contar con dicho atacante era garantía.

Peláez llegó para jugar el Torneo de Invierno 98, y pese a sus 35 años de edad, la idea era prolongar su estadía lo más posible.

Su primera temporada fue sin duda espectacular, a la cual sólo le faltó redondear con el título de liga, que curiosamente perdieron en la Final ante su querencia necaxista por 2-0.

La siguiente campaña debía ser la revancha, y Chivas se perfiló a la clasificación, y justo en el último partido de la fase regular ante Atlante, se firmó la sentencia de lo que sería el final de Peláez como futbolista profesional, al lesionarse la rodilla derecha.

Lo que parecía que sería una rehabilitación normal, se prolongó por meses, por lo que Ricardo estuvo ausente en todo el Invierno 99, y parte del Verano 2000 por lo que a partir de ahí al percatarse de cómo se retrasaba su recuperación, la idea del retiro rondaba en su cabeza, pero no se rendía, como no lo hizo en aquellos momentos adversos con la selección.

Chivas clasificó a la Liguilla en aquel torneo, y con todos los pronósticos en contra enfrentó al Atlas vertiginoso de Ricardo La Volpe. El primer juego concluyó 1-1, y en la vuelta, los rojinegros se adelantaron en el marcador, por lo que dicho marcador global les daba el pase.

El Tuca entonces envió a la cancha al viejo caballo de batalla para ir en busca de la hazaña.

Eran los minutos finales, centro al área, Peláez, aún con molestias en su rodilla se levantó para peinar el balón y ponerlo a los pies de su compañero Marco Antonio Chima Ruiz, quien empujó para el 2-2 global, y que por su mejor ubicación en la tabla general les daba el pase a Semifinales.

El siguiente rival era el poderoso Toluca de José Saturnino Cardozo, pero Peláez, con la actitud desafiante que le caracterizaba advertía: “Que se preocupe Toluca por nosotros”.

La serie Semifinal serían los dos últimos juegos de Peláez, sin que así lo tuviera contemplado. En la Ida, disputada en el Estadio Jalisco, los Diablos Rojos escribieron casi el final: 4-1.

En la Vuelta, Peláez ingresó de cambio en el segundo tiempo para jugar sus últimos 45 minutos, el marcador concluyó 2-2 (6-3 en el global).

Al terminar la participación de Chivas en el Torneo de Verano 2000, comenzó la desintegración del equipo: se iba el técnico Ricardo Ferretti, y los jugadores Claudio Suárez, Paulo César Chávez, Héctor Pirata Castro, además de que ya se había ido antes Luis García.

Peláez, se quedaba para tratar de cobijar a un equipo joven. Pero en la pretemporada realizada en Manzanillo, la rodilla le avisó que ya no resistía, y prefirió ser honesto y cumplir aquella máxima de todo jugador: “Dejo al futbol, antes de que el futbol me deje a mí”.

El 5 de julio de 2000, en la sala de trofeos Edgar Evaraert del desaparecido Club Guadalajara de la calle Colomos, Peláez, acompañado de su esposa e hijos, anunciaba su retiro, ahí, donde dos años atrás se presentaba como refuerzo de lujo.

Se iba sin resentimientos hacia el médico del club, Alfredo Sandoval, quien se equivocó en la forma de llevar la rehabilitación y ordenar tres cirugías que no ayudaron a fortalecer su rodilla.

Casi 20 años después, 19 para ser precisos, Ricardo Peláez Linares, vuelve a Chivas, pero ahora en su faceta de pantalón largo y portafolio, como director deportivo con su profesionalismo de siempre, sin importar que surgió del América, y como en aquel Verano 98, para darle al Guadalajara el impulso que requiere para su retorno a la grandeza.

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