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Reto del TMEC, economía, desarrollo y crecimiento del país 

En el curso de este primer año de gobierno, la cantidad de anécdotas y de detalles que se acumularon en cada semana generaron la impresión de encontrarnos en un torbellino sin fin; sin embargo, haciendo un poco abstracción de la dimensión mediática, especialidad de esta administración, el peso de la realidad avanzó al margen de la narrativa presidencial. 

El arranque de la administración tuvo momentos críticos. Se vislumbraba solamente un factor articulador, la narrativa presidencial, y, en esa narrativa, junto con decisiones que tuvieron un impacto en la confianza sobre la atracción de inversiones, la cancelación de importantes proyectos de infraestructura sin sustento técnico daban cuenta de una falta de rumbo claro en la economía. Las contradicciones del presidente, fundamentalmente con su equipo de Hacienda sobre el rumbo económico, no lograban generar confianza. 

La semana pasada se compusieron las condiciones, aún no concluyentes, de la actualización del tratado de libre comercio con los socios del norte del continente americano. La relevancia del TMEC constituye un elemento de primera importancia para el país y, al margen de la narrativa presidencial que ha estigmatizado el esquema de desarrollo como con el que hemos ahora refrendado nuestra membresía, marca por primera vez una distancia importante entre el discurso y las acciones específicas de gobierno. Se ha tratado, pues, de un paso trascendente para la economía y para poder definir, por primera vez, un estado de cosas que permita orientar de mejor manera los esfuerzos de la economía, el desarrollo y el crecimiento del país. 

La intención de la firma del tratado, si bien contó con un momento simbólico considerable, aún no se ha ratificado en los Senados de Canadá, Estados Unidos e, inclusive, en nuestro país. Se trató de un evento simbólico que expresó la voluntad de tres países desde el inicio del mandato presidencial de Donald Trump, quien amenazó con el abandono de su presencia en el TLCAN por considerarlo desventajoso para Estados Unidos y, a partir de entonces, despegaron sin interrupción las negociaciones trilaterales para su reconfiguración, no sin amenazas bilaterales de los Estados Unidos directamente sobre México en asuntos arancelarios, de seguridad, el muro, la migración y, más recientemente, la equiparación de los cárteles del narco mexicano como entidades terroristas. 

México ha cedido en todos los temas que han surgido, en los que después de la presión han seguido las acciones de mediación y de conciliación, con lo que los controles sobre las decisiones mexicanas tienen una vigilancia estrecha y un margen reducido de maniobra. 

A pesar de todo, la intención de la renovación del TMEC ha lanzado un mensaje positivo en el mundo económico que, finalmente, encuentra una fórmula de acción con nuestro país que, debido a su narrativa, no parecía una estructura confiable. 

Hay complejos detalles que o no se revisaron por las prisas o no se les concedió el peso que pueden ejercer en el campo de algunas decisiones soberanas mexicanas. Por ejemplo, la decisión, en una de las leyes auxiliares, de establecer cinco inspectores para evaluar el desarrollo y la dirección de la reforma laboral que nadie notó, principalmente Jesús Seade, encargado de la negociación del TMEC por la parte mexicana. 

Jesús Seade constituyó prácticamente el negociador único del proyecto sin la participación de la Secretaría de Hacienda o de Economía y, según se sabe en estos días, sin la opinión de la iniciativa privada y, tampoco de Relaciones Exteriores ni de la Secretaría del Trabajo, circunstancia que ha generado fuertes fricciones frente a un evento consumado y en el que ahora salen detalles que, como lo señala un sorprendido Jesús Seade, se trata de la inclusión de la letra chiquita que se desprende de la estructura general de ratificación que no observó en la parte final de su revisión. 

El gobierno mexicano tiene frente a sí un reto importante y, lo mejor del caso, abordable. El desarrollo de la estructura que defina la evolución económica del país desde una perspectiva transexenal, es decir, finalmente construir una política de gobierno sustentada en la realidad. 

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