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La culpa no era mía… 

En este 2019 cumplo dos años de colaboración para NTR Guadalajara con la columna Humanitas. Antes que nada, quiero agradecer a El Diario NTR la oportunidad de poder compartir ideas, preocupaciones y anhelos. Así mismo, agradecer a las personas que se toman un momento para leer/comentar mis colaboraciones, esperando que sus expectativas familiares, personales y sociales rumbo a 2020 se cumplan. 

En otros momentos he comentado que la violencia en la que se encuentra inmerso nuestro país es, principalmente, resultado de una política económica que ahonda y perpetúa las desigualdades; que la violencia estructural y sistémica existente es detonante de la violencia directa; que la impunidad y corrupción promueve los peores abusos y crímenes sin que nada suceda, pues los responsables quedan en libertad. 

En este marco, un tema de la mayor preocupación es la violencia que se ejerce contra las mujeres, la que sucede en muchas regiones del mundo, pero en México sigue creciendo. Se habla de 10 feminicidios cada día en el país, y el aumento de los homicidios de niñas menores de edad se hace permanente, al igual que el abuso sexual y el acoso callejero; el ataque de ácido contra mujeres se ha presentado en el menú criminal; el machismo y la criminalización de las víctimas se ha vuelto cotidiano, mientras que la justicia brilla por su ausencia; en fechas recientes autoridades han dejado en libertad a asesinos confesos y aún se carece de perspectiva de género en muchos procesos legales. 

En este contexto, la visibilización de la violencia contra las mujeres cierra el 2019. En México, al igual que muchas partes del mundo, a través de manifestaciones, intervenciones artísticas, movilizaciones sociales, acciones de protesta como el performance de las jóvenes chilenas, que señalan abiertamente al responsable de los abusos sexuales contra las mujeres, ha dado la vuelta al mundo en un reclamo de justicia y una exigencia de poner fin a los abusos y la falta de justicia. 

A las mujeres se nos culpa, haciendo creer que somos las responsables de nuestra seguridad e integridad; que si una mujer es abusada sexualmente “seguramente es porque se expuso, no se cuidó, estaba sola, no tenía la ropa adecuada, salió a tomar un trago, o porque quizá lo provocó con su actitud; o que si dijo ‘no’, en realidad quería decir que sí…”. Se han inventado toda clase de pretextos para descargar de responsabilidad a los hombres que cometen los abusos; por eso el performance de las estudiantes chilenas es tan acertado y directo cuando aclara que no es culpa de la víctima ni de su ropa ni del lugar en que se encontraba. 

Con la réplica del performance en numerosos países del mundo puede verse el fuerte reclamo de las mujeres por su seguridad, especialmente de las más jóvenes que no están dispuestas a seguir guardando silencio ante regímenes con herencias patriarcales que perpetúan un modelo social pensado para beneficio de los hombres; y que en plena lucha en este siglo por la igualdad, paridad e inclusión sigue existiendo un pensamiento conservador que se rehúsa a ver a las mujeres como seres pensantes más allá de la apariencia física o los estereotipos impuestos. 

Esta poderosa voz de las mujeres, que sigue resonando y multiplicándose por el mundo, debe ser un llamado de atención para los gobiernos, en el sentido de revisar las políticas públicas fallidas y asegurar el acceso de todas las mujeres a una vida libre de violencia; y para la sociedad que debe cuestionarse sobre educar a niños y niñas en el respeto y reconocimiento como iguales. 

Cada fin de año el anhelo de una sociedad en paz se hace presente; en este año la esperanza del cambio se ve en el rostro de las miles de jóvenes que con sus acciones luchan por un mundo libre de violencia; por su generación y por las que vienen, toda mi admiración para ellas. 

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jl/I