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Actualidad 

Vivimos en un mundo globalizado e inmediato. El consumo de información ha evolucionado y se sostiene sobre cuatro pilares: la hipertextualidad, la interactividad, su frecuencia de actualización y sus formatos cada vez más breves.  

En esta ola de información basta con leer cuatro tuits, repasar tres portadas de diarios digitales y escanear un par de títulos periodísticos para afirmarnos informados sobre el acontecimiento del momento, hago hincapié en la palabra “momento”, ya que el tiempo de vida de algunos sucesos puede tratarse de horas. 

Si bien las nuevas tecnologías ofrecen múltiples beneficios, el pensamiento crítico no es uno de ellos. Los esquemas de consumo de información han caminado hacia la superficialidad por lo tanto hacia la desinformación. Desde una perspectiva político-social la situación es preocupante. Por una parte tenemos receptores de información mal informados y en el extremo del emisor los irresponsables abundan.  

A materia de evidencia es preciso traer a escena dos sucesos resumidos en dos palabras: impeachment y Brexit. El primero es el rey de la desinformación, las redes se inundaron de afirmaciones ridículas, incluso líderes de opinión legitimaban la destitución de Trump.  

El lenguaje es siempre importante, ridículo –quizá– queda corto. La votación en la Cámara de Representantes es el primer paso para la impensable destitución, una vez aprobado por un congreso plagado de demócratas el juicio político asciende al Senado, instancia en la que los republicanos ostentan mayoría y detendrán el ajedrez político de los demócratas de cara a 2020. Incluso, es probable que Trump aumente su popularidad una vez indultado por el Senado.  

Por otro lado el Brexit y la victoria en las urnas de Boris Johnson (el principal impulsor de la iniciativa separatista) son producto de una campaña de mentiras o medias verdades. Los ciudadanos británicos están expuestos a una serie afirmaciones engañosas entre partidos que buscan únicamente generar capital político y polarizar al electorado.  

El panorama es complicado puesto que son pocas las alternativas de combate, si bien los verificadores de datos han llegado para aliviar a esta enfermedad degenerativa, la realidad es que el único antídoto efectivo es dejar a un lado la información chatarra y apostar por la lectura y el pensamiento crítico. 

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jl/I