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Movilidad Humana 

Podríamos decir que las migraciones en cualquier modalidad (laboral, refugio, asilo) representaron un tema destacado en diversos medios de comunicación en 2019. Vimos imágenes de migrantes que saltaban muros, cruzaban ríos, inclusive algunos estuvieron varados en el mar porque no se les permitió llegar a tierra. 

Pero también han mostrado que el periplo no es el único riesgo y desafío que tienen que enfrentar los migrantes, ya que cuando llegan al lugar de destino se encuentran con políticas migratorias que son cada vez más restrictivas y ambientes antinmigrantes que les ponen en condiciones de vulnerabilidad y violan sus derechos, tanto para quienes están de forma irregular, como para aquellos que llegan a adquirir un estatus migratorio regular, exponiéndolos a procesos de deportación en ocasiones sin el debido proceso. 

Prácticamente todos los países de destino han alimentado o fomentado estas políticas y ambiente antinmigrante; al parecer, la estrategia es poner en el imaginario de la sociedad, cómo los migrantes, (los otros) ponen en riesgo el trabajo, atentan contra la cultura y la seguridad del país. A ciertos políticos y grupos conservadores les interesa mantener y reproducir esta imagen, tal vez porque el discurso antinmigrante oculta las fallas del sistema político y económico vigente y es más fácil poner al migrante como chivo expiatorio de las crisis económicas, sociales y de seguridad que afrontan de manera eventual estos países. 

En contraste, organizaciones y pactos internacionales reconocen el valor que genera la migración tanto para los países de origen como de destino, se plantea el reconocimiento de los derechos del migrante sin importar su origen, género o edad. También hacen evidente la importancia de la corresponsabilidad de las naciones y gobiernos involucrados para atender y garantizar estos derechos. Parece que los migrantes están en un mundo ambivalente o contradictorio, por un lado, se les cuestiona y castiga, y por otro lado, se les reconoce el beneficio que generan y se les ofrecen garantías. 

Diversos activistas y académicos se han propuesto recuperar el concepto de movilidad humana, para exponer el reconocimiento al derecho a emigrar, pero también a permanecer en su lugar de origen. De esta propuesta podemos destacar la relevancia de considerar la movilidad dignificando a las personas, dejemos de verlas como estadísticas, números que nos indican si aumenta o baja la migración, deportación, solicitud de asilo o refugio, recuperemos su condición humana. Al encontrarlos en el camino procuremos identificarlos con respeto y solidaridad. De acuerdo con el Diccionario de la Real Academia Española, solidaridad significa “adhesión circunstancial a la causa o empresa de otros”; ¿esto es posible?, ¿seremos solidarios con quienes por diferentes circunstancias, voluntarias o forzadas lo dejaron todo? 

Creo que los medios de comunicación serios pueden hacer importantes cambios en la percepción de la gente sobre la migración y los migrantes, que un mejor conocimiento de la realidad nos permita ser más comprensivos y que podamos compartir este mundo sin fronteras físicas o virtuales, que hagamos real un mundo abierto para la movilidad humana, ese es mi deseo de este año y los venideros. 

Con esta última reflexión, apreciables lectores, quiero manifestar mi agradecimiento a ustedes por leerme y a la editorial por permitirme compartir mis ideas, ya que compromisos académicos me harán ausentarme de estas páginas y ésta es mi última colaboración por el momento. 

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jl/I