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Examen de política: TMEC y Bolivia

El periodo vacacional navideño concluye y el territorio de los escenarios con los que hemos comenzado el año plantea diferentes retos sobre los que se requiere desarrollar líneas diversas de acción.

Quizá uno de los temas con los que estuvimos con mayor contacto y controversia tiene que ver con la política internacional, en la que son, definitivamente, dos los asuntos más acuciosos, el referendo de la firma del tratado de libre comercio y, por otra parte, la controversia con Bolivia por el ofrecimiento, sin petición en su momento, del asilo al ex presidente Evo Morales, que pasó por suelo mexicano unas cuantas semanas.

En ambos casos no se logra extraer el trazado de las líneas sobre las que se sustenta la estrategia de política internacional en las que ahora se sustenten los lineamientos generales de política externa. Las habilidades de negociación del secretario Marcelo Ebrard son indiscutibles; sin embargo, la política internacional de un país no puede sostenerse exclusivamente con las capacidades de negociación de una persona.

Observamos, a finales de noviembre, en el marco de la firma del TMEC, una serie de improvisaciones mexicanas y, ante la falta de un proyecto claro de operación institucional que no dependa de las personas, sino de los esquemas de funcionamiento de una política, hubo momentos complicados en los que importantes temas quedaron sin revisión por la parte mexicana con una serie de choques entre personalidades, el subsecretario para América del Norte, Jesús Seade, quien llevó de manera única y solitario el proceso de negociación y, el resto del gabinete, incluido Marcelo Ebrard.

Sin descartar las enormes cualidades personales del subsecretario Seade, es difícil comprender que la dinámica de cambios en el acuerdo trilateral lo pueda llevar una sola persona para atender los temas relacionados con la modificación de las normas laborales incluidas en el acuerdo, las normas ambientales, la regulación de exclusividad en el capítulo de medicinas, el abordaje del tema de los impactos económicos de los tres países, los topes arancelarios en la producción de automóviles y los salarios implicados para las tres partes en el proceso de su fabricación. Por otra parte, el famoso capítulo 19 relacionado con la solución de controversias en el desarrollo de las actividades comerciales y laborales entre los tres países, que incluyó un polémico tema para México, como fue el de los inspectores laborales para examinar que nuestro país cumpla con las disposiciones acordadas.

La nula participación de las otras secretarías como Hacienda, Comercio, Economía y una serie de importantes dependencias como Conacyt, sobre patentes y exclusividades de derechos intelectuales, generó que, a pesar de que el secretario de Relaciones Exteriores haya señalado el 9 de diciembre “misión cumplida”, solamente dos días después comenzó una polémica, que aún no concluye, entre Estados Unidos y México con recriminaciones mutuas, pero muy enfocadas a la parte mexicana que pone en una situación compleja el arranque del acuerdo.

Paralelamente, se desataba la continuación de la controversia con el gobierno boliviano y en el que, producto de las reyertas diplomáticas relacionadas con esa diferencia, se refirieron al presidente de México señalando que “usted es un cobarde matoncito, porque lo hemos visto pasar vergüenza, arrodillado ante Trump, que le pone exigencias, que lo obliga a deportar a centroamericanos, que le está metiendo inspectores laborales hasta el baño de su departamento”, el 26 de diciembre, frente a lo cual la declaración presidencial planteó solamente que no caerá en provocaciones.

Se trata, pues, de dos escenarios en los que conviene un serio y profundo análisis que dé por resultado la conformación de las políticas de gobierno que, a partir de este año, serán obligatorias y exigencias frente a una estructura de gobierno y no a un esquema de proselitismo electoral.

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jl/I