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2020: ninguna autoridad garantizará la seguridad

Las autoridades no garantizarán la seguridad pública este año. Ninguna autoridad. Ni municipal ni estatal ni federal. Son tantas las evidencias, cifras y sufrimientos al alza, perpetrados por individuos u organizaciones delincuenciales, que como ciudadanos debiéramos partir de esa premisa realista, fría, basada no en suposiciones, sino en hechos validables. Desde esa posición que puede sonar negativa o pesimista, pasemos al optimismo: hay muchas acciones positivas por hacer y eso requiere involucrarnos personal y socialmente. Se trata de construir de manera colectiva con miras a la paz que anhelamos.

Que las autoridades no puedan ni, se advierte, podrán garantizarnos mejores condiciones de vida, incluida la seguridad pública, no las exime de su responsabilidad. Lo primero es exigirles que cumplan lo que promete cada candidato, grupo, partido político, institución o dependencia pública: impedir que desde un ladrón ocasional hasta una organización criminal utilicen el miedo, la sorpresa, su armamento, sus complicidades con autoridades, sus recursos y salvajismo para poner a la sociedad en contra. La seguridad es una utopía si continúa la impunidad, como sucede actualmente. Un doloroso caso son los más de 61 mil desaparecidos en el país y el incremento de fosas clandestinas, donde Jalisco ocupa primeros lugares, como se reveló ayer. La exigencia a los actuales funcionarios es que den resultados. El Estado, ese concepto abstracto, en México está pulverizado, disminuido, desde hace décadas. Lo sacrificaron las élites económicas y políticas en su beneficio.

Lo segundo es que, en lo personal, respondamos ¿cómo puedo contribuir a mejorar la seguridad pública? O, si se quiere, ¿qué puedo poner de mi parte?, ¿cuáles son las acciones que puedo impulsar diario? La situación del país es de emergencia humanitaria, de crisis de seguridad. A quienes no les ha tocado ser víctimas, lo pueden ser en cualquier momento. Ningún espacio del país es seguro. Hogares, calle, negocios, iglesias, plazas, vehículos… Nada. ¿Qué me corresponde hacer? Así se sea el más egoísta, insensible socialmente, que nada le importe salvo sí mismo, la realidad podría estamparle en la cara que no existen burbujas protectoras permanentes a prueba de asaltos o balas. El primer responsable de mí soy yo.

Lo tercero sería involucrarnos con nuestro entorno, con tanto alcance como podamos o queramos, para realizar acciones colectivas en pro de la paz y la seguridad. En diversas colonias de la zona metropolitana la organización colectiva ha sido una posible salida: desde colocar mantas en las calles advirtiendo a los ladrones que están bajo vigilancia hasta difundiendo posibles sugerencias para mejorar la seguridad en la comunidad, acordando con los vecinos cuidarse unos a otros cuando dejan sus casas o mantenerse atentos por si observan algo sospechoso. La inventiva es enorme, incluido el uso de dispositivos digitales.

Las instituciones públicas y privadas del país fallaron. Poco contribuyeron a formar hombres y mujeres nuevos. Iglesias, sistema educativo, familias, organismos diversos, etcétera no lograron promover contextos más saludables. Lo patético y despreciable es que las que más pregonan valores morales y éticos, sobre todo las religiosas, son las que protegen y protegieron a depredadores sexuales, a lucradores de la espiritualidad, que lastiman identidades o las aniquilan con el terror. El fomento del miedo y la inseguridad personal, solapado por las instituciones que obnubilan un mejor presente y futuro, ha salpicado también la inseguridad pública.

Todo eso debemos acabarlo. Queremos acabarlo. Merecemos un país y una vida segura, en paz, alegre. Anhelamos un mejor 2020.

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jl/I