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Desestigmatizar 

Hoy, en nuestro país y en el mundo cada vez más se están conjugando diversos elementos para que las personas desarrollen problemas de salud mental como la depresión, las adicciones, los trastornos de ansiedad, entre muchos más.  

En México se estima que el 30 por ciento de la población padece alguno de estos problemas y que sólo una de cada cinco de esas personas recibe atención.  

Ante ello, la Organización Mundial de la Salud (OMS) ha detectado dos factores principales para que las y los ciudadanos no reciban la atención a la que constitucionalmente tienen derecho. Primero, la vigencia del estigma de los problemas de la salud mental, lo que genera una actitud de rechazo de las personas a buscar ayuda profesional, ya que consideran que no están “locas” o que no son “tan débiles”, y segundo, no existen los servicios públicos federales y estatales de salud mental suficientes para atender a las personas que los requieren. 

Respecto al estigma, las personas tenemos que entender que la atención psicológica si la necesitan aquellas que viven con problemas graves de salud mental como esquizofrenia o adicciones, pero también cualquiera de nosotros para enfrentar y manejar adecuadamente problemas de la vida cotidiana, como: 

Encontrarse mal físicamente o sufrir dolores sin que haya una razón concreta fisiológica para ello 

  • No ser feliz 
  • El que todas las personas de nuestro entorno cercano sugieran la búsqueda de ayuda 
  • El que nadie nos aguante y que resulte difícil establecer relaciones cordiales con las personas 
  • No dormir lo suficiente o dormir en exceso 
  • No comer lo suficiente o comer en exceso 
  • Siempre estar cansado 
  • Perder interés por todas las cosas y tener la impresión de vacío o siempre estar triste 
  • Creer que nadie nos entiende ni quiere 
  • Cometer demasiados y continuos errores en la vida 
  • Tener dependencia al alcohol, drogas, medicamentos, juego, comida o persona, aunque sea mínima. 
  • Estar muy nervioso y alterado y saltar a la mínima contrariedad 
  • Ser incapaz de tomar una decisión importante 
  • Sufrir un trauma o problema grave, o un cambio radical en la vida 
  • Sufrir miedos o fobias que le coartan la libertad 
  • Poner en peligro la vida o la de los demás. Y no solo la vida, sino la profesión, las finanzas o el matrimonio 
  • No conseguir establecer relaciones sexuales o amorosas satisfactorias 
  • Ver u oír cosas que nadie ve, o interpretar los acontecimientos de forma inusual o rara 
  • El que nos altere en exceso cualquier mínimo cambio cotidiano 

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