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Nos cayó el 20 

“Los fabulosos 20” refieren la imagen de una década de éxito que desembocó en la peor crisis de la historia del capitalismo. El Charlestón, el fracaso de la prohibición del alcohol en EU, la gigantesca expansión de la industria automotriz, el voto de la mujer, el jazz, la consolidación artística del impresionismo, el gran desarrollo del cine y la radio son algunos ejemplos de la transformación que experimentó el mundo hace un siglo. 

En México, los 20 no fueron tan alegres. A la salida de la Revolución el país estaba desgarrado, parte de la red ferroviaria destruida, bajo nivel de escolaridad y de esperanza de vida al nacer (35 años), gran presión por la reforma agraria, inestabilidad política y el inicio de la recomposición del Estado mexicano, mediante la “revolución administrativa” conducida por Alberto J, Pani. A mediados de la década estalló la Guerra Cristera y con ello un nuevo ambiente de tensión y zozobra en amplias regiones del país. En esos años se fundan el Banco de México y el actual PRI. La Ciudad de México y algunas de las grandes ciudades, Guadalajara entre ellas, inician un periodo de expansión asociado a la urbanización amplia del país. 

Un siglo después, nuestros nuevos años 20 inician también con la consolidación de una nueva revolución industrial ahora la de las impresoras 3D, los robots, el Internet de las cosas, el 5G y, como hace un siglo, sin generación de tecnología propia sino interpretando la modernización como la importación de sistemas tecnológicos y económicos. 

Los “fabulosos 20” del siglo 21 implicarán la consolidación de nuevas tecnologías ahora emergentes, así como el surgimiento de otras nuevas. Sin embargo, al igual que hace un siglo, éstas no parecen favorecer a la gran mayoría de la población pues, aunque su uso se masifique, puede ir acompañado de mayor polarización social, pérdida de empleo y desempleo tecnológico. 

¿Es inexorable una década socialmente nociva, violenta y conductora hacia una nueva gran crisis económica? No, el futuro está condicionado, pero no determinado por el pasado. La gran cuestión para esta década es si podremos ser capaces de aprovechar nuestras nuevas capacidades tecnológicas y humanas para integrar formas de vida más cohesionadas, pacíficas, o si seguiremos exacerbando nuestras tensiones sociales, los riesgos de guerras y la polarización económica. 

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jl/I