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Vuelve el gatopardo 

No hay nada como los clásicos. Nos sirven para sintetizar complejos dilemas y en ocasiones para lograr suficiente contundencia en una digresión. 

Es por muchos conocida la frase del noble siciliano Giuseppe Tomasi di Lampedusa: “Si queremos que todo siga como está, es necesario que todo cambie”. 

El gatopardismo es una de las piedras fundacionales del cinismo político. No importa que se autonombren progresistas o conservadores, de izquierda o derecha. Filósofo o práctico. 

En Jalisco y en México tenemos a un par de líderes con una visión totalitaria. Pretenden refundar un estado o dirigir una cuarta transformación histórica. La definición no es gratuita: los regímenes totalitarios ejercen el poder sin restricciones y con nulos contrapesos. ¿Les suena familiar? 

Cuando hay críticas o señalamientos de errores levantan una coraza ideológica y sacan sus mantras favoritos: son “los conservadores” o son los quieren “desestabilizar el estado”. 

Pero, de forma y fondo, son gobiernos de continuidad. 

Una muestra vigente: en estos momentos hay una discusión pública ante el vacío operativo del Instituto de Salud para el Bienestar (Insabi) y la muerte del Seguro Popular (hecho consumado el 1 de enero). 

Ya hay voces en todo el país que señalan cobro de servicios de especialidad, desorden administrativo, falta de medicamentos, malestar de los centros médicos estatales y hasta amparos. Para muchos la negativa del Insabi para otorgar atención médica gratuita para enfermedades de tercer nivel es la reducción de derechos adquiridos más grande en la historia de México. 

Y todo arranca con el nombramiento del director del Insabi, Juan Antonio Ferrer Aguilar. Un perfil con nula experiencia para el encargo de atender a 60 millones de mexicanos. 

Ferrer Aguilar trabajó durante varios años en el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) y dirigió varias zonas arqueológicas. De acuerdo, nuestro sistema de salud es arcaico en muchos sentidos, pero mandar a un Indiana Jones es un exceso (el señor es en realidad administrador de empresas de formación). 

Navegando por las benditas redes sociales me encontré con una joya de Sergio Negrete Cárdenas (@econokafka): “Un arqueólogo dirige el Insabi. Un agrónomo dirige Pemex. Un potentado inmobiliario dirige CFE. Dos secretarios de Estado lo son por sus papás. Natural: el presidente fue un fósil de la UNAM”. Un exceso… pero no le falta razón. 

Al tratar de reconstruir al país, Andrés Manuel López Obrador mantiene su memoria genética del PRI, a saber, adaptar perfiles, aferrarse al discurso y repartir los nombramientos entre afines (sus leales). 

Por arrancar de tajo la corrupción confunde la gimnasia con la magnesia. La ineficiencia también es un lastre letal para la población. 

Su gatopardismo goza de cabal salud. 

Y ya entrados en gastos… los ex secretarios federales de Salud Julio Frenk y Salomón Chertorivsiki escribieron: “El Instituto de Salud para el Bienestar nació con múltiples defectos que trastocan su operación diaria y perjudican a los más vulnerables. (...) Por el bien de las personas más vulnerables, sugerimos mantener las reglas del Seguro Popular mientras no existan las del Insabi”. 

Hasta ahora los oídos han sido sordos a este reclamo. Claro, es una enfermedad de alta especialidad que sufre el presidente y no la incluye el Insabi. 

Con eso vamos llegando a la del estribo. Sea: 

“El triunfo electoral de 2018 NO puede ser excusa para el costo, económico y de bienestar, en que han incurrido... 

Mintiendo, obtuvieron el poder para destruir... no es opinión, es la evidencia”. 

El analista económico y político Macario Schettino se vació. La crítica severa, sin matices, es un grito inclemente ante los resultados de López Obrador. 

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jl/I