INICIO > OPINION
A-  | A  | A+

La otra caravana… nueve años después

1. Hacia las cuatro de la tarde, el 8 de mayo de 2011, un vasto contingente encabezado por Javier Sicilia y Julián LeBarón, al que se han incorporado miles de ciudadanos, avanza sobre el Eje Central para dirigirse al Zócalo capitalino. Son los integrantes de la Marcha por la Paz, la Justicia y la Dignidad que salió tres días antes desde la ciudad de Cuernavaca, como una expresión de protesta por la espiral de violencia que agobia al país y la demanda hacia el gobierno de contenerla. Centenares de personas desplegadas a lo largo de la ruta les otorgan un recibimiento entusiasta y caluroso. Las expresiones beligerantes “estamos hasta la madre”, “no más sangre”, que se desgranan entre los manifestantes, se complementan con una atmósfera cuajada de solidaridad y empatía. 

Han transcurrido más de cuatro años de la guerra contra el crimen organizado que declaró Felipe Calderón en busca de una legitimidad que no obtuvo en las urnas y la indignación abarca todo el país. El saldo es aterrador: más de 40 mil muertos, decenas de narcofosas y miles de desaparecidos. El movimiento no se restringe a la capital, la marcha se ha replicado en decenas de ciudades, inclusive algunas del extranjero. La marcha culmina con un mitin en la plaza del Zócalo. Cuando Sicilia pronuncia su discurso, el grito de “¡fuera Calderón!” se disemina en la explanada. El grito sorprende al orador, que reacciona solicitando la renuncia de su secretario de Seguridad, Genaro García Luna. 

El 10 de junio, en Ciudad Juárez, Sicilia da lectura al documento del Pacto Nacional, que incluye como demanda central el juicio político a Felipe Calderón. Los medios oficialistas advierten de infiltración. El 23 de junio, en el llamado Diálogo de Chapultepec, mientras Sicilia reparte besos y abrazos, Julián LeBarón garrapatea un comentario lapidario: “Esto es un circo”. 

2. El pasado 26 de enero, los integrantes de la Caminata por la Verdad, Paz y Justicia arribaron al Zócalo capitalino. El contingente, conformado por aproximadamente 500 personas, respondió a la convocatoria de Javier Sicilia, para marchar desde Cuernavaca a Palacio Nacional, para demandar al presidente una rectificación de su política frente a la inseguridad. En esta ocasión no hubo un comité de recepción para el contingente, sino que por el contario, a su llegada se produjeron roces con un grupo de personas que había acudido a firmar la solicitud para someter a juicio a los ex presidentes. 

3. El evidente contraste que se observa entre ambos eventos ilustra los cambios que se han operado en el país con relación al tema de la violencia. Un movimiento social no surge a convocatoria de un líder, sino como respuesta a la cerrazón gubernamental para atender las demandas ciudadanas o la incapacidad para solucionar los problemas sociales. A diferencia del gobierno de Calderón, que permitió el escalamiento de la violencia, sin instrumentar otra medida que la confrontación armada, el gobierno actual ha implementado un conjunto de políticas para enfrentar el problema. Las reuniones matutinas del gabinete de seguridad, la promulgación de leyes que elevan penas a las actividades delictivas, la creación de la Guardia Nacional, los programas sociales de apoyo a los jóvenes son medidas que apuntan en esa dirección. 

La Presidencia abrió la puerta al diálogo mediante la interlocución con el gabinete de seguridad. El desaire de Sicilia resulta incomprensible. Debería saber que la movilización sirve para visibilizar problemas, pero la intervención de las instituciones es fundamental para su solución. 

Twitter: @fracegon 

jl/I