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¿Conocerán los diputados lo que es hacer presencia?

La palabra presencia es poderosa. Proviene de estar presente. Estar ahí, donde se necesita, haciendo del presente de otro u otros una intensa experiencia. Representa una decisión, la de priorizar dónde se quiere estar en presente, en el ahora, aquí. Significa, con el ser personal completo, hallarse en un lugar específico, con la mirada, los oídos, la mente, el corazón y el espíritu atentos a lo que sucede, a los que demandan la presencia personal, mi presencia total. Estar presente simboliza una entrega personal o comunitaria, porque es compartir tiempos, energías, recursos, silencios, futuros, sueños. Estar presentes es dar. Es unir latidos, acompasarnos al unísono para afinarnos. Estar presentes es un acto que se mueve entre el aprecio, la generosidad, el cariño, el respeto hacia quienes piden, demandan o esperan en un espacio concreto. 

Hacer acto de presencia es compartir un retazo de vida con otro u otros. Es no distraerse en otros asuntos. Es dejar el celular, es hacer a un lado lo que estorbe para centrar la atención en la persona o las personas, es observar con el cuerpo, es apartar espacios en la agenda supuestamente apretada de actividades. ¿Lo comprenderán los diputados locales que no asistieron la semana pasada a las mesas de trabajo para escuchar a las familias de quienes fueron desaparecidos? Detrás de ese acto de presencia se halla una postura humana, que nos hace más humanos.  

Sí, la palabra presencia debiera ser sinónimo de compartir. En situaciones dolorosas, de esas que quieren exprimir hasta el infinito los llantos y lutos personales o grupales, como padecen miles de familias en Jalisco, hacer acto de presencia es colocar los hombros para que otros encuentren dónde recargarse. Es no juzgar. Es extender los brazos físicos y los invisibles para arropar a quien lo necesite. Estar presentes, lo dice la primera palabra, es un estado en el que se hace a un lado el yo para ponerse en lugar de la persona que está enfrente. Es cuando el yo es igual al tú, y el tú igual al yo, porque estamos juntos. Hacer acto de presencia no es pasividad; es acción, es accionar lo que nos une, lo que deseamos nos una. Es maldecir juntos, es llorar juntos, es danzar juntos, es reír juntos, es demandar juntos, es promover la paz y la justicia juntos, es buscando y hallarnos juntos, para encontrarnos juntos. 

Presencia es un concepto que se construye con mínimo dos y que se multiplica cuando son más de dos. No estar presente es dejar solo al otro, dejar sola a la otra. Es abandonar. Es desdén. Es ego enfermo. Es restregar con la no asistencia el mensaje de no me importas. De me vales madres. La no presencia comunica más de lo que se puede decir, escribir o lamentar. La no presencia levanta muros que no se ven, y que sí se sienten. 

La presencia muchas veces no se pide o no se sabe pedir o no se puede pedir, sin que eso impida que sea posible impulsarla sin necesidad de una petición, una llamada telefónica, un oficio, una cita o una conveniencia. Hacer acto de presencia en los espacios donde las demandas sociales son inmensas es un acto político de servicio. Es sensibilidad social. Es asistir para construir, es acudir no por deber, no por salir en la fotografía, no porque reditúe política o electoralmente, no por quedar bien, no por qué dirán, no por obligada tarea, sino por un firme compromiso, por convicción férrea. Es atender. Y si cobras un sueldo por atender, las disculpas por ausencias son huecas. 

Hacer acto de presencia ante las familias que sufren y que con dignidad reclaman lo que por derecho les corresponde, es respetar también la investidura de un cargo público. ¿Lo comprenderán los diputados del Congreso del Estado omisos a las sesiones para revisar las leyes sobre las desapariciones? 

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jl/I