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Crónicas de la epidemia 

Ya pasaron 11 años, pero parece que fue ayer cuando nos despertamos de la pesadilla de la influenza A H1N1. 

Por su conexión con la actualidad, resalta aquel episodio en el que un grupo de viajeros mexicanos en China tuvo que ser repatriado luego de que el gobierno asiático los sometió a una cuarentena forzosa. Ese capítulo de la historia mostró las peculiaridades de cada nación en las formas de controlar una crisis. 

La reacción de México fue irregular: primero se desató la histeria hasta que eventualmente se suspendieron clases, se vaciaron restaurantes y otros centros de entretenimiento. Por el contrario, en la emergencia por el coronavirus, la reacción del gobierno chino ha sido inmediata y coordinada: puso en cuarentena a la ciudad de Wuhan y construyó un hospital en 10 días. 

Aunque la naturaleza de las dos crisis sea similar, queda claro que no sólo necesitamos de las ciencias médicas para afrontarla, sino de aproximaciones interdisciplinarias que nos ayuden a contener la psicosis. 

Es decir, las políticas sanitarias deben estar basadas tanto en estudios clínicos y patrones epidemiológicos como en herramientas de las ciencias sociales que nos permitan diseñar mejores mecanismos de organización, respuesta e información. 

La desinformación es un reto especial en este brote, pues circula mucho material reciclado de pandemias pasadas (como el ébola o la influenza) así como declaraciones irresponsables sobre la dimensión de los contagios y la naturaleza de la enfermedad. Además, en la década en la que surgió el movimiento antivacunas, preocupa la creciente desconfianza en las autoridades científicas. 

Aunque investigadores de diversos países trabajan a marchas forzadas, todavía no conocemos por completo cuál es la forma de transmisión del coronavirus: si es por contacto con alguna superficie contaminada o si sólo de persona a persona (y si es necesario que la persona muestre síntomas para contagiarlo). También hay líneas recientes de investigación que sugieren que hay individuos que reparten enfermedades (supercontagiadores) a un nivel mucho mayor que otros.  

La preocupación es comprensible, pero el pánico es contraproducente. No debemos olvidar que hay un grado de responsabilidad individual en este tipo de problemáticas sociales: si muestra síntomas de gripe o resfriado, por favor, tápese la boca al toser o estornudar. Y lávese las manos. 

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jl/I