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Causa de muerte: la asfixia de los desaparecidos

Cuando era niña vivía en una casa chaparra en una esquina de Guadalajara. El tiempo podía medirse por las luces o los sonidos tras la ventana. El primer microbús de la mañana, el barrido con escoba de la vecina, los niños yendo y volviendo de la escuela, la languidez del mediodía, el grito del pan dulce, el gas, los tamales, los elotes, el agua, el murmullo de una parejita en la oscuridad de la banqueta. 

Visitaba a mis abuelas y en sus calles, al interior de Jalisco, jugábamos a los quemados, tú la traes, bebeleche, a las escondidas. A veces nos sentábamos en la banqueta contando historias de terror, leyendas. Ninguna parecida a las de ahora. 

La violencia inimaginable ha levantado murallas de concreto, metálicas y simbólicas. La más espantosa es el silencio. Los sueños en los que intentas lanzar el grito y no puedes son una marca en el cuerpo de algunas personas desaparecidas y enterradas de manera clandestina. 

Hace unos días revisé documentos que pedí a la fiscalía y al forense de Jalisco sobre las causas de muerte de personas desenterradas de huecos en parajes, casas, vecindades o debajo de un jardín donde debieron ser sembradas flores y no huesos. 

Ha sido inquietante ver un mecanismo distinto al que fue usado con la mayoría de las 2 mil 672 víctimas de homicidio del año pasado, donde se usaron armas de fuego. 

El patrón de aniquilamiento en fosas de Jalisco es más por estrangulamiento y asfixia: una de cada dos, describen los datos de la fiscalía, con datos de 2009 a la fecha. En sólo dos de cada 10 se usó arma de fuego. 

En los últimos dos años, entre enero de 2018 y enero de 2020, el Instituto Jalisciense de Ciencias Forenses dice que exhumó 320 cuerpos de fosas ilegales: en 200 casos no ha podido dar con la causa de muerte, habría que ver por qué. Del resto, 17 fueron asesinados por arma de fuego, 17 por arma blanca, 50 por golpes y 96 por estrangulamiento y otras asfixias. Pregunté al forense por más años, pero dice que no tiene información. 

Ponderado, sin considerar las que no ha podido determinar, los asesinos estrangularon o asfixiaron a 53.3 por ciento, a 27.7 los mataron a golpes, a 9.4 con arma de fuego, a 9.4 con arma blanca. 

El estrangulamiento es una forma de asfixia que revela una práctica de poder. Niños y mujeres pueden ser asesinados así frecuentemente. El perpetrador estrangula con las propias manos, con objetos, haciendo presión con un brazo o con los dos, es alguien en ventaja, me explica Liliana López, especialista a quien conozco desde hace tiempo. Fue perita en el juicio del feminicidio de Lesvy Berlín Rivera Osorio, ocurrido en 2017 en la UNAM. 

“La garganta es la caja vocal por la que puedes tener voz; ahorcar quita la posibilidad para siempre de inconformarse, por medio de la voz pides ayuda y gritas”, dice López. 

Algunos casos reveladores en fosas de Jalisco: 

3/05/2019: Guadalajara, siete hombres estrangulados. 

7/05/2019: El Campanario, 30 cuerpos: seis asfixiados, uno por arma de fuego, 10 por golpes, 13 sin datos. 

7/11/2019: Tlajomulco de Zúñiga, seis mujeres y 25 hombres, ninguno por arma de fuego, estaban estrangulados, con golpes y heridas. 

15/10/2018: Lomas de la Soledad, 14 hombres y dos mujeres: 10 asfixiados, cuatro con heridas punzocortantes, dos por arma de fuego. 

4/10/2018: Hacienda Los Robles, seis personas, todas asfixiadas. 

3/12/2013: Potrero La Cumbre, 17 cuerpos en total, 15 estrangulados. 

Los sonidos de un barrio o una ciudad pueden alumbrar u oscurecer. 

La última vez que mi madre estuvo en casa de mi abuela no vio a niños jugando en las calles. Me lo narran también otras personas. Las risas ahora, me dicen, vienen de adentro, las puertas permanecen cerradas. 

Si los victimarios silencian la garganta de los desaparecidos, que no logren estrangular de miedo el pedido de búsqueda y de justicia colectivo. 

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jl/I