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¿Se puede enseñar a ser feliz? 

Si existiera un felicidómetro que pudiera medir la felicidad de la humanidad a través del tiempo o de un ser humano a través de su vida, la pregunta dejaría de ser si hoy somos más felices con tanta tecnología a nuestro alcance o si éramos más felices al inicio de la historia. Se podría medir la etapa de nuestra vida en que fuimos felices o desdichados. 

¿La felicidad tiene que ver con satisfactores materiales, políticos, sentimentales, espirituales, corporales o es una combinación del todo? Cuántas preguntas sin poder responder y sin embargo, el hombre vino al mundo a ser feliz, de aquí surge la imperante necesidad de educar a nuestros hijos para mantenerse en la felicidad a pesar de las circunstancias adversas que seguramente vivirán. 

El cerebro humano funciona bioquímicamente y la felicidad depende de un complejo sistema de nervios y neuronas que hacen sinapsis con base en sustancias como serotonina, dopamina y oxitocina, provocando sensaciones corporales basadas en descargas de estímulos continuos que al desaparecer nos llevan a extinguir la alegría. 

El placer del sexo como ejemplo de lo más primitivo del ser humano dura apenas minutos como una herramienta en su inicio para la reproducción y desaparece para darnos oportunidad de buscar otros motivos de gozo, como el alimento, la convivencia, el juego, el trabajo y la trascendencia de nuestras obras. Así es como cada ser humano reacciona químicamente de diferentes maneras a estímulos diversos, y con intensidades y periodos distintos de felicidad. Lo primero que debemos enseñar a nuestros hijos es a conocerse a sí mismos y encontrar los estímulos de su felicidad para no dejarse llevar por la inercia de una vida que lleva de prisa a comportamientos colectivos autodestructivos y en cambio buscar permanentemente estímulos diversos personales en actividades múltiples porque el cerebro es por naturaleza insatisfecho y siempre está en búsqueda de la felicidad. 

La reflexión, la meditación, el espacio de encontrarse consigo mismo, el apapacho personal, atender el cuerpo propio a través del ejercicio, el descanso, la buena alimentación, el aseo y, por otro lado, el trabajo y sentirse productivo es vital. Enseñar a ser feliz a través de parar por un momento el mundo, el trabajo para estimular la alegría y la felicidad personal es un deber en la educación. Es una bendición estar cerca de gente que sus niveles de serotonina, dopamina y oxitocina son altos a pesar de los problemas. El ser humano busca estar cerca de quien te hace reír, te hace agradable la vida y tenderá a alejarse de quienes padecen de un malestar, tristeza y enojo permanente. Enseñemos a nuestros hijos que la felicidad se debe estimular cada día de manera personal y que nadie podrá ser feliz por ti será, seguramente, la mejor lección de vida. 

Twitter: @Saucedodlallata 

jl/I