INICIO > OPINION
A-  | A  | A+

El 9 ninguna se mueve 

Las diversas actividades promovidas por distintos colectivos de mujeres son una exigencia a atender su llamado, la invitación a que todos las respetemos y nos esforcemos como sociedad para erradicar cualquier forma de violencia, sutil o fuerte, en todos los ámbitos de interacción social: en la familia, la casa, la escuela, el trabajo, la oficina y en las instituciones privadas o públicas. 

Por citar sólo dos ámbitos: en lo laboral, los puestos deben responder a las necesidades de la organización y para ello deberán elegirse a las personas con las capacidades idóneas, pero sean hombres o mujeres, habrán de recibir la misma remuneración. En el ámbito de la representación y elección popular la paridad de género deberá hacerse sin trampas. En esos casos hay avances normativos y se va asumiendo la necesidad de respetar el equilibrio, aunque todavía hay mucho por hacer. 

La consecuencia más grave de todo tipo de violencia es la desaparición o el asesinato de las personas, y quizá la más retorcida sea el asesinato intencionado de una mujer por el hecho de ser mujer. En México, cada día son asesinadas 10 mujeres y 89.5 por ciento de la población femenina ha sufrido algún tipo de violencia sexual. De este porcentaje, 42 por ciento ha sufrido agresiones físicas, psicológicas, económicas o sexuales (El Diario NTR 5/03/2020). 

Una de las trampas en torno al problema de la violencia contra las mujeres ha sido la normalización de toda forma de violencia, pues está comprobado que tiende a agravarse, a escalar de la ofensa a los golpes, de las agresiones violentas al asesinato. Además, hay una tendencia institucional a minimizar las consecuencias a través del subregistro de feminicidios, que se cuentan como homicidios dolosos. 

Lo peor es que muchos de los representantes de instituciones, con poder e influencia, traten de ignorar o minimizar tanto la problemática como sus consecuencias. Para muestra, tenemos las erráticas declaraciones del presidente de la República, quien trató de ignorar la organización de la marcha del domingo y la protesta activa de las mujeres el lunes 9. También la insistencia de Enrique Alfaro en prolongar su pleito con los periodistas, en lugar de atender el asunto de fondo: prevenir y erradicar la violencia en la sociedad y particularmente la que va contra las mujeres. 

El colmo, sin duda, ha sido la reaparición de Juan Sandoval con sus aberrantes declaraciones, su regañina en contra de las “provocadoras” mujeres. 

El centro de atención, el énfasis de las distintas acciones colectivas, es que atendamos el clamor de las personas, de mujeres y hombres que ya no queremos más violencia en las calles; ni siquiera las sutiles formas de violencia que se ejercen contra las mujeres en el trabajo, en la oficina, en la escuela, y menos las agresivas formas de violencia en las instituciones públicas, privadas y hasta en las religiosas. 

Como sociedad debemos ser más activos en la defensa de los niños y niñas, de las mujeres violentadas, asesinadas o desaparecidas; pero la responsabilidad es mayor para quienes tienen por vocación representar a la sociedad, ejercer su liderazgo institucional en organizaciones tan importantes como las escuelas, las universidades o las iglesias, y para quienes tienen por mandato gobernarnos. Unos y otros han de inspirarnos, pero también implementar mecanismos institucionales eficaces, para informar a la sociedad, para formar a quienes estamos a cargo de las instituciones, sobre lo que sí queremos: una sociedad libre de violencia, de amenazas y de muerte. Queremos vivir y trabajar en paz, caminar por las calles, ir a la escuela y al trabajo o divertirnos con la certeza de que podremos hacerlo libremente, sin miedo, sin la amenaza de perderlo todo, sólo por tratar de ejercer nuestro derecho a ser mujeres y hombres libres. 

 

jl/I