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9M, el plebiscito de las mujeres

No se precisa un reconocimiento formal para adjudicar a las marchas del 8 de marzo y al abrumador silencio del paro nacional –que protagonizaron millares de mujeres– el peso, la magnitud y la importancia de un verdadero acto plebiscitario. La energía combativa desplegada en las marchas y la contundente reclusión en sus hogares para evidenciar su ausencia no sólo demostraron la enorme fortaleza de su movimiento social, sino que enfrentaron al Estado esgrimiendo añejas y nuevas demandas, a las que exigen solución. 

Confundidas con la floración de las jacarandas, las calles se inundaron de pañoletas moradas y paliacates verdes que portaban millares de mujeres, en una festiva manifestación en la que al ritmo de batucada demandaron la caída del régimen patriarcal, materializado en la cultura del machismo y el Estado opresor. Aunque la demanda central se enfocaba en la erradicación de la violencia contra ellas y las desapariciones y los feminicidios, su agenda de reclamos incluía la denuncia por la desigualdad económica, la inequidad en los cargos de representación política, la exigencia de mecanismos que garanticen su integridad en los ámbitos educativo y laboral. Y de manera particular, un amplísimo sector demandaba el reconocimiento de su derecho a decidir sobre sus funciones reproductivas, así como a la diversidad de formas de vivir su sexualidad. 

A raíz de los atroces asesinatos de Ingrid y Fátima, el colectivo feminista Las Brujas del Mar convocó desde su plataforma de Facebook a un paro nacional para denunciar los feminicidios y visibilizar la extrema vulnerabilidad de las mujeres ante las situaciones de violencia. Bajo el HT #UnDíaSinNosotras y el lema “Si paramos nosotras, para el mundo”, el llamado se viralizó y en unos cuantos días se convirtió en el tema dominante. Aunque el talante progresista estuvo presente desde su inicio, el paro trató de ser utilizado por algunos sectores desafectos al gobierno federal, el cual no solamente no apreció la justeza de sus demandas, sino que lo identificó como un adversario. Con su actitud, el presidente convirtió al paro feminista en un evento plebiscitario. El veredicto de las mujeres fue categórico: el problema no es el presidente, sino la incapacidad del Estado para satisfacer sus demandas. 

En contraste con la magnitud de la histórica movilización, la respuesta de los gobiernos federal y estatal ha sido, por decir lo menos, lamentable. Lejos de atender la urgencia de los reclamos, han exhibido una profunda incomprensión ante el despliegue emancipatorio. El movimiento de las mujeres no demanda paliativos, su exigencia es más radical: demandan la abolición del Estado patriarcal. Un cambio de régimen que tiene repercusiones en todos los ámbitos de la vida social. Ni López Obrador ni Alfaro han entendido que sin la participación de los movimientos sociales, y muy particularmente del movimiento feminista, ninguna “refundación” o “cuarta transformación” serán posibles. Y mientras sigan obstinados en minimizar la urgencia del reclamo, el movimiento social seguirá en la calle y en las redes sociales para recordárselo. 

Las jornadas de marzo, más allá de convertirse en un parteaguas, han derramado sobre el país una gran bocanada de oxígeno y una enorme dosis de esperanza. El movimiento social sigue vivo y dispuesto a romper las inercias institucionales que le impiden avanzar. El movimiento feminista representa su avanzada. En sus entrañas se encuentran las claves de la sociedad del futuro. 

Twitter: @fracegon

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