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Escuchar, comprender y actuar: el desafío

Las autoridades federales y estatales no acaban de entender los justos reclamos de una sociedad cansada de la normalización de la violencia, de las desapariciones, homicidios intencionados y sobre todo de los feminicidios. No acabamos de entender si el desdén de las autoridades es una táctica o falta de sensibilidad, de olfato político o desinterés ante lo que la sociedad demanda. 

Si las cifras no los mueven ni las marchas los conmueven, si el clamor de 30 mil o 40 mil en la Ciudad de México, 35 mil en Guadalajara, ni el asesinato de jóvenes estudiantes en Puebla, de madres o niñas en todo el país les hacen modificar sus agendas, entonces qué nos queda para hacer entender a las autoridades que deben replantearse las estrategias seguidas hasta ahora, para enfrentar la inseguridad y las violencias que cotidianamente nos acechan. 

Es claro que ni para el presidente ni para el gobernador, acercarse a las organizaciones, escuchar las problemáticas, los testimonios o al menos atender los análisis de académicos o de sus propios asesores sobre las causas de tanta violencia y muerte, están en su horizonte. Parecen empecinados en sus números y aunque no constaten la disminución de los delitos o la violencia, se muestran poco abiertos a escuchar y a ensayar nuevas estrategias que podrían ofrecer mejores resultados. 

Si alguien podría entender movilizaciones tan contundentes a lo largo y ancho del país, las diversas formas de lucha que las organizaciones de la sociedad adoptan es Andrés Manuel López Obrador, quien –en sus tiempos de líder y luchador social– encabezó marchas, promovió tomas de pozos petroleros y sabe –como el que más– que esos son algunos de los recursos que las organizaciones utilizan con el fin de que sus demandas sean atendidas. Quizá ahora, como presidente y desde el poder, su visión sea miope o haya perdido sensibilidad para comprender y atender el justo reclamo de una sociedad que se niega a ver como normal la violencia en contra de las mujeres y de la sociedad en su conjunto. 

Puede ser que Alfaro se haya olvidado de aquellos tiempos en que el líder estudiantil tomaba las calles o los recintos universitarios para colocar en la agenda gubernamental las demandas estudiantiles. ¿Tanto le ha afectado el poder que le ha impedido recurrir a su propia experiencia y colmillo político, que ahora se muestra renuente a incluir las demandas ciudadanas en su “perfecta agenda de gobierno”? Y si él perdió sensibilidad, tiene entre sus colaboradores a muchos hombres y mujeres que aún no se han emborrachado con las mieles del poder, y a través de ellos podría entablar nuevas formas de interacción entre el gobierno y la sociedad para atender el problema de los feminicidios, de la violencia y otras muchas demandas de la sociedad jalisciense. 

Tanto el gobierno federal como el estatal deben entender que el pleito no es contra ellos, que la sociedad se movilizó en todo el país porque urge a una nueva estrategia que realmente pueda revertir la dinámica de violencia y de muerte, porque la sociedad no está dispuesta a que el crimen organizado rompa los lazos que nos permiten la interacción entre ciudadanos y con el gobierno. Y sí, es un desafío para los gobiernos que los retos se traduzcan en compromisos y éstos muestren resultados tangibles, no sólo en las estadísticas, sino en la percepción ciudadana. Los gobiernos deben facilitar las condiciones de certidumbre y seguridad para que empresarios y comerciantes puedan mejorar sus actividades y las condiciones del empleo, para que todos los ciudadanos podamos convivir en mejores condiciones. 

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jl/I