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Temor al miedo 

La pandemia del Covid-19 ya refleja nuestros horrores internos y potencializa los externos. 

Hace unos días mi querido maestro Juan Manuel Velázquez me recordó un texto que leí hace poco más de dos décadas. Es del periodista y escritor Eduardo Galeano. La pieza se encuentra en el libro Patas arriba. La escuela del mundo al revés y se denomina El miedo global. 

Ahí el uruguayo narra: “Los que trabajan tienen miedo de perder el trabajo. Los que no trabajan tienen miedo de no encontrar nunca trabajo. Quien no tiene miedo al hambre, tiene miedo a la comida. Los automovilistas tienen miedo a caminar y los peatones tienen miedo de ser atropellados. La democracia tiene miedo de recordar y el lenguaje tiene miedo de decir. Los civiles tienen miedo a los militares, los militares tienen miedo a la falta de armas, las armas tienen miedo a la falta de guerra. Es el tiempo del miedo. Miedo de la mujer a la violencia del hombre y miedo del hombre a la mujer sin miedo. Miedo a los ladrones, miedo a la policía. Miedo a la puerta sin cerradura, al tiempo sin relojes, al niño sin televisión, miedo a la noche sin pastillas para dormir y a la mañana sin pastillas para despertar. Miedo a la multitud, miedo a la soledad, miedo a lo que fue y a lo que puede ser, miedo de morir, miedo de vivir”. 

Nada más oportuno. 

Por temor los gobiernos nacionales, estatales y municipales han elegido diversas estrategias para enfrentar la pandemia del nuevo coronavirus. 

Los hay quienes han cerrado sus fronteras y sus ciudades. Hay quienes intentan encerrar a sectores sociales enteros en sus casas, en particular a los adultos mayores, bajo la advertencia de ser detenidos. Por el contrario, hay quienes a estas alturas siguen repartiendo abrazos y besos en eventos públicos (léase Andrés Manuel López Obrador) tratando de reflejar una confianza que no mina entre la sociedad y que, acaso, parece ignorancia. 

Más todavía: la actitud del presidente va en franca contradicción con las indicaciones de la Secretaría de Salud federal, que se encuentra promoviendo la Jornada Nacional de la Sana Distancia. 

Tiemblan las altas finanzas y nuestra cartera en estos tiempos aciagos. El dólar y el euro se encuentran en las nubes y el petróleo, por los suelos. Las bolsas de valores conviven con infartos cardiacos cotidianamente desde hace 10 días. Al tiempo, el pavor económico cabalga ante la amenaza de recesión global. 

El 2020 nos ha reservado un relato distópico. El inglés Thomas More publicó en 1516 Utopía (una sociedad ideal con criminalidad, violencia y pobreza casi inexistentes). El siglo pasado, la literatura (la mayoría en el género de la ciencia ficción) volteó el concepto del santo pensador. 

A partir de autores como Aldous Huxley, George Orwell y Ray Bradbury el concepto distópico describe gobiernos totalitarios, desastres ambientales y cataclismos sociales. ¿Le resulta familiar? 

El pánico que hoy vivimos en todos los ámbitos (en menor o mayor medida) deviene de la incertidumbre. En México, el mejor escenario pinta que estaremos en esta crisis al menos 12 semanas. Esto apenas inicia. 

Para enfrentar al virus unos exageran (y compran decenas de rollos de papel de baño) mientras otros ignoran los peligros del coronavirus (y acuden a conciertos ante la indolencia de las autoridades). La falta de racionalidad me alarma: la cantidad de noticias falsas que circulan en las redes sociales es absurda. 

Sin embargo, la distopía de hoy nos abre una oportunidad para la innovación social en la forma en como trabajamos, estudiamos, amamos y vivimos. 

La del estribo se la dejo a una frase que en la red le atribuyen a William Shakespeare: “De lo que tengo miedo es de tu miedo”. 

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jl/I