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Tiempo de contingencia; primero la vida

Sociedad y gobierno estamos enfrentando con bastante entereza esta crisis en la que, a la emergencia de salud, se suman un conjunto de problemáticas asociadas a la dinámica económica. Quedarse en casa y cuidarse, para quienes viven de su trabajo cotidiano, de ofrecer productos y servicios en pequeñas empresas y comercios, no es una fórmula fácil. Para quienes viven al día o tienen una pequeña inversión, resistir durante un mes se antoja imposible.

Asegurar la vida de las personas y –en lo posible– la sobrevivencia de las empresas deberán ser criterios prioritarios para asignar adecuadamente los apoyos con que los gobiernos estatal y federal pretenden reforzar a las empresas y mitigar los efectos no deseados de la contingencia sanitaria.

Ayer, domingo 5 de abril, el presidente Andrés Manuel López Obrador apareció para dar un informe, ahora concentrado en las acciones que ha desarrollado el sector salud y anunciar nuevas asignaciones de recursos para enfrentar la emergencia y sobre todo para ampliar los beneficios de asignaciones directas a adultos mayores y de becas para niños y jóvenes.

Se trató fundamentalmente de un evento político en que el presidente de la República dejó las bromas y los escapularios para refrendar y ampliar los compromisos de su gobierno a través de apoyos sociales para los sectores menos favorecidos y así tratar de reducir los efectos no deseados, tanto en la salud como en la economía de las familias. Con las asignaciones monetarias y el refuerzo en acciones sanitarias, el presidente considera que se atacarán las causas de la pobreza y la desintegración social, así como la pérdida de valores, se evitará la corrupción y la idea de que gobierno y delincuencia trabajan asociados.

Queda claro que implementar las medidas de emergencia es necesario para sostener la dinámica económica y compensar las desigualdades, que estructuralmente se mantendrán; pero es mucho afirmar que con este plan emergente se atacan las raíces de la desigualdad en los ingresos y del desarrollo regional. Hace falta mucho más, tendrían que articularse las estrategias y las acciones en la contingencia, a fin de que la política social deje de ser la ambulancia que recoge a los muertos y heridos que va dejando la dinámica económica, en tiempos normales.

Analistas del sector empresarial han insistido en que la reactivación de la economía ha de pasar por la recuperación de la confianza de los inversionistas, después de las señales que mandó el gobierno federal con la cancelación del nuevo aeropuerto y la consulta a la cancelación de una empresa cervecera en la frontera. Quizá sea tiempo también de que los empresarios, particularmente los grandes, refrenden su compromiso con el gobierno y la confianza de la sociedad, en el sentido de que lejos de limitar sus inversiones, están dispuestos a incrementar las inversiones productivas.

Además de asegurar los apoyos a grupos vulnerables, una parte fundamental del discurso presidencial fueron los anuncios de que las grandes obras de este sexenio no se detendrán. López Obrador considera que dichos proyectos serán refuerzo para generar 2 millones de nuevos empleos y alcanzarán a 22 millones de beneficiarios.

El tercer anuncio tiene que ver con el sector público. Además de promover la inversión y el empleo, el presidente quiere comprometer a los trabajadores del Estado con la honestidad y la austeridad. Por algo se empieza, de subdirectores para arriba, no recibirán aguinaldo este año. Concluyó con énfasis: ¡Es tiempo de entereza! ¡Venceremos!

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