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El nefasto estigma

Enrique Alfaro experimentó las 48 horas más difíciles de su vida. 

Así lo reconoció en una entrevista. ¿Es cierto o sólo es una estrategia de victimización? 

Todos sabemos lo que pasó a partir de las 17 horas del jueves pasado. Marchas, violencia, heridos, pifias y furia desbordada en Guadalajara. Si bien, ya habíamos vivido episodios semejantes en la ciudad en los últimos 20 años, todo cambió el 5 de junio. 

Cuando los policías reciben ataques, de la delincuencia o de cualquier grupo, suelen reaccionar con brutalidad. Nada nuevo, es su naturaleza. Advertí a algunas amistades que ir a la manifestación en las instalaciones de la Fiscalía era un acto de peligrosa osadía. Era una provocación en la casa de quienes un día antes habían sido, Alfaro dixit, acotados apenas dos horas de ejercer su labor de seguridad. 

Aunque temerario, todos y cada uno de los manifestantes estaban en su derecho de protestar. 

El hito vino entre las 18 y 22 horas del viernes. Policías investigadores (conocidos como 19’s o ministeriales) vestidos de civil y armados con palos hicieron decenas de detenciones ilegales y la Comisión Estatal de Derechos Humanos acreditó la desaparición forzada de varios jóvenes. 

Lo que pasó durante esas lastimosas horas será un estigma que marcará para siempre la gestión de Alfaro, sus aspiraciones políticas y humanas. 

El país entero volteó a esos hechos violentos y a la manera en que el gobernador reaccionó. Primero con dureza soltando culpas al presidente y sus seguidores, luego señalando a infiltrados de Morena en las manifestaciones, más tarde advirtiendo de que algunos miembros de la fiscalía actuaron sin su conocimiento para finalmente recalar en que el crimen organizado había dado las órdenes a los 19’s de actuar de esa manera. 

Alfaro emprendió una pelea alucinante contra molinos de viento. Se atragantó con su propio discurso y dejó a una sociedad que estaba dividida, ante la certeza de que el gobernador no era el que mandaba en su fuerza pública (por unas horas). 

Fuentes cercanas a los ministeriales y algunos funcionarios me han confirmado la versión que circula en notas periodísticas y en los reclamos de los familiares de los policías ahora detenidos: los 19’s fueron reunidos sin armas de fuego en diversos puntos de la ciudad para, por órdenes de Alfaro y el fiscal Gerardo Octavio Solís, dispersar la manifestación del viernes de la manera en que lo hicieron. 

Si bien el viernes hubo manifestaciones en tres puntos distintos de la ciudad, sólo actuaron en la zona industrial y en las rúas que rodean a la Calle 14. 

Durante la tarde noche, varios de los retenidos fueron llevados a centros de detención ilegal con los que cuenta la propia fiscalía. Principalmente a la parte de atrás de las instalaciones de la Calle 14 a la que llaman perreras (que es un patio o estacionamiento para sus unidades y donde hay separos). 

Existen, al menos, dos más: en Cruz del Sur y en el sótano de un edificio en avenida Alcalde. 

La gran mayoría de los detenidos del viernes fueron llevados a las perreras y luego, cuando se complicó la situación, fueron paseados por diferentes zonas de la ciudad para luego ser abandonados. 

La orden, coinciden las fuentes consultadas, no fue directa… fue directísima por parte del gobernador. Luego Alfaro se asustó y dio la contraorden de liberar a los retenidos de esa jornada. 

Ahora hay dos 19’s detenidos. Pero testimonios de propios y extraños hablan de que participaron en esa operación al menos 60 ministeriales. 

Sin duda fueron las horas más nefastas en la vida del gobernador. Le creo. Pero todas ellas fueron consecuencia de sus decisiones y tendrá que vivir con ese estigma. 

Twitter: @cabanillas75

jl/I