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Ciudadanizar exige aprender habilidades de comunicación

A los alumnos universitarios les advierto que usen con cuidado un artículo que por su género se clasifica en los y las. En sus relatos informativos, por ejemplo, estudiantes gustosos de las noticias deportivas suelen redactar que, luego de que un jugador anotó un gol, los que presenciaban el encuentro “se pusieron de pie”. Al insertar el artículo los, imaginamos que en el estadio todos los espectadores se levantaron de sus asientos. Y no siempre es así. Quizá la mayoría lo hizo. El artículo determinado los incluye a todos, uniforma, no admite matices.

Es común en discursos políticos usar los artículos los y las, con la intencionalidad, abierta o no, de abarcar a todos y todas; o bien, se colocan por ignorancia que, de cualquier modo, muestra lo que desean expresar el escribiente o el hablante. Es el caso de quienes señalan que “los chairos son…” o “los fifís son…”, por mencionar términos en boga. Lo que el emisor incruste en los puntos suspensivos comprende al conjunto de chairos o fifís, por tanto, generaliza, y si es un insulto polariza, además de lo difícil o imposible de comprobar numerosas aseveraciones.

En algunos discursos de feministas suelen colocar “los hombres…”, o al revés, es el caso de varones que anteponen el artículo al señalar que “las mujeres…”. ¿Qué tal preciso, validado o fundamentado es lo que se afirma enseguida? Es otro punto a debatir. Igual sucede con lo que se expresa después de frases como “los jaliscienses…”; “los que reciben apoyos del gobierno federal…”; “los migrantes…”, “los que no usan cubrebocas…”, entre miles de ejemplos. El añadido revela qué sí denuncia, informa, opina, enjuicia, el dueño de la frase u oración, pero no necesariamente la dimensión real de lo dicho.

No es lo mismo afirmar en una noticia, una arenga política, un comentario tuitero o un análisis académico que “los manifestantes agredieron a los policías”, que “manifestantes agredieron a policías”, como leí en textos sobre la manifestación del 4 de junio en Guadalajara. El sentido de cada frase es distinto si quitamos o dejamos uno u otro los. De ahí que es mejor prevenirse al escuchar o leer una aparentemente neutral opinión. Detrás de las palabras existe una manera de observar y reflexionar en torno al mundo, expresado en lo que se dice, se escribe o en lo que una persona se dice a sí misma. Las tres letras, como otras palabras, modifican la percepción de aquello a lo que se hace referencia.

De ahí que escuchar o leer un discurso del presidente en turno, de los gobernadores, dirigentes de los partidos políticos, legisladores, líderes empresariales, comunicadores públicos, y en general de quienes tienen más presencia en la esfera pública demanda oídos y ojos educados. Que incrusten los o las, dice mucho. Ambos artículos adquieren un significado al acompañar a otras palabras. No confundirlos, aclaro, con la intención estética del hipérbaton.

Dice Álex Grijelmo en su libro La Gramática descomplicada que el lenguaje y el pensamiento se unen. Y añade: “Pensar con artículos nos lleva a plantearnos una representación de la vida diferente de la que elaboraríamos sin ellos. No mejor ni peor, sino solo otra”.

Revisar lo que decimos y nos dicen, y cómo lo decimos y nos lo dicen, es un importante campo de las habilidades de comunicación, indispensables sobre todo en algunas profesiones. Para prevenirnos de la manipulación política, las noticias falsas y las intenciones encubiertas, es esencial estudiar el lenguaje y la gramática. Ciudadanizar exige aprender a escuchar y leer de manera crítica a quienes gobiernan y con quienes se interactúa en las redes sociales. Por lo pronto, es un buen avance descubrir y sopesar los o las y su sentido.

@SergioRenedDios