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El desolador panorama del empleo

El Inegi ha estado muy activo en abril y mayo midiendo el impacto de la contingencia del Covid-19 en el empleo en nuestro país, a través de la Encuesta Telefónica de Ocupación y Empleo (ETOE) y la Encuesta Telefónica sobre Covid-19 y Mercado Laboral (Ecovid-ML). 

Al analizar los informes de resultados de dichas encuestas es imposible no sentir vértigo por lo que están empezando a sufrir millones de mexicanos y lo que esto puede significar para nuestro país en los próximos meses. 

Expongo las cinco principales preocupaciones que me genera el análisis de esta información: 

Las empresas están batallando para mantener los empleos. Hay 43.6 millones de personas ocupadas en México, alrededor de tres cuartas partes son empleados subordinados, y cerca de la quinta parte de ellos están clasificados como ausentes de su trabajo. El 60 por ciento de los ausentes está suspendido temporalmente y en abril casi la mitad de estos estaban percibiendo ingresos parciales. 

Aún con trabajo, no se consigue el mismo volumen de negocio. En la Ecovid-ML realizada en abril se reportó que había 8.4 millones de trabajadores independientes y más de 40 por ciento de ellos reportó haber sido afectado por la pandemia, en su gran mayoría por falta de clientes. 

Otro número que refleja esta dificultad es la subocupación, definida como las personas ocupadas que tienen necesidad y disponibilidad de ofertar más tiempo de trabajo de lo que su ocupación actual les demanda. Esta tasa está en casi 30 por ciento de la población ocupada. El mismo número en mayo del año pasado estaba en 7.8 por ciento. 

El desempleo disfrazado se ha disparado. A primera vista parece que México no tiene un problema grave de desempleo porque sólo 1.9 millones de personas están clasificadas como desocupados abiertos (en torno a 4 por ciento de la población activa). 

La estadística que revela el problema grave que tiene México es la del sector de personas catalogadas como disponibles para trabajar dentro de la población no económicamente activa. En este grupo están los que quieren trabajar, pero no están activamente buscando trabajo. En ese segmento en mayo había 19.4 millones de personas (como referencia, en mayo de 2019 había 5.4 millones, es decir, se cuadruplicó en un año). 

Al rascar un poco más en las encuestas se revela que de estas 19.4 millones de personas, la mitad están en ese grupo porque fueron suspendidas de su trabajo sin paga, por lo que tienen todavía la esperanza de volver “cuando pase la contingencia”. Visto de otra manera, aquí hay un grupo grande de personas que está aguantando lo que puede, pero que, si se extiende la crisis económica, va a pasar a desocupación abierta. 

El sector de servicios es el más golpeado: 71 por ciento de los empleos considerados perdidos temporalmente por Covid son en el sector terciario (servicios y comercio). Esta información revela que es en estas actividades en las que deben enfocarse los esfuerzos de reactivación económica y de renovación de modelos de negocio. 

La economía familiar está empezando a sufrir el golpe. En 30 por ciento de los hogares algún miembro perdió el trabajo y en 65 por ciento disminuyeron los ingresos de la familia. Es decir, en 16.7 millones de hogares se han tenido que apretar el cinturón y en la tercera parte de ellos ha tenido que vender bienes, pedir prestado o recurrir a ahorros para hacer frente a la crisis. 

Si empezamos a sumar… entre trabajadores suspendidos, trabajadores con problemas para vender, desocupados abiertos y disponibles sin búsqueda de empleo, estamos hablando de casi 30 millones de personas que han sido afectadas de una u otra manera en cómo se ganan la vida. Casi la mitad de la gente en disposición de trabajar está sufriendo. Lo que correspondería ante este panorama es una estrategia profunda de apoyo y reactivación, que ahora mismo no tenemos. 

Twitter: @ortegarance

jl/I