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Farsa tras Farsaf metropolitanas

Uno de los propósitos centrales de crear una Policía Metropolitana en Guadalajara era sobrepasar los límites administrativos y políticos de la delimitación territorial. Nada más lejano de la operatividad. 

Hace casi un año el general designado como comisario metropolitano, Arturo González García, presentó el plan operativo de la corporación, que se basaba en la reorganización territorial a partir de sectores y cuadrantes, pero en la práctica cada comisaría continúa operando por su cuenta y lo único metropolitano es un grupo operativo de reacción, que de reacción sólo tiene el nombre. 

Los 63 elementos policiales que conforman ese agrupamiento pasan sus turnos encuartelados en las precarias instalaciones que les cedieron en la zona de Tesistán. El general González García acude a eventos oficiales de seguridad de los municipios y del gobierno estatal, pero no es claro qué trabajo realiza más allá de mostrar la cara en las reuniones. 

El general ni siquiera aparece en nómina alguna. El organismo público descentralizado Policía Metropolitana de Guadalajara no existe como sujeto obligado ante las instituciones de transparencia, información pública y protección de datos. No tiene portal de internet ni su información está cargada en la Plataforma Nacional de Transparencia. 

En el portal existe todavía la Agencia Metropolitana de Seguridad Pública de Guadalajara, pero no tiene información disponible: ni salarios ni organigrama ni datos de la unidad de transparencia. Nada. 

La agencia surgió en 2016 y finalmente en 2019, después de tres años de darle vueltas y vueltas a las políticas de seguridad pública que hay en el mundo, acompañaron la homologación de salarios de los policías de los nueve municipios metropolitanos (excluyendo al décimo recientemente agregado, Acatlán de Juárez), que era la precondición para el nacimiento de la Policía Metropolitana. 

La idea era que la agencia se transformaría para continuar haciendo labores de estudios de política pública a la vez que coordinaba las acciones de seguridad de la ciudad, ahora bajo el nombre de Policía Metropolitana. Pero lo cierto es que la agencia se extinguió y con ella los proyectos hipotéticos de política pública, quedando un agrupamiento de reacción permanentemente encuartelado. 

Definitivamente es un logro con respecto a lo que era la Metropolicía en 2007, cuyos hitos fueron la entonces homologación de colores de las patrullas y el acuerdo de reuniones entre los mandos policiales para intercambiar puntos de vista, sin que nada de ello se tradujera en absoluto en acciones coordinadas. 

Lo único que llegó a cambiar fue que antes de la Metropolicía los agentes municipales dejaban una persecución cuando sobrepasaba los límites municipales, por ejemplo. Era el extremo de la burocracia llevado a lo policial. Los policías hasta se podían meter en problemas si iban más allá de los límites municipales, pero la Metropolicía modificó ese aspecto muy específico. 

Y ya. Con razón Aristóteles Sandoval vendió su proyecto de mando único policial como una maravilla. Lo que se suponía unificaría a todas las policías del estado, municipales con estatales, acabó convirtiéndose en un grupo especializado y un cambio de nombre. 

La Fuerza Única Metropolitana estaba conformada por unos 600 elementos policiales de todos los municipios y algunos estatales, que patrullaban por todos lados y daban respuesta rápida a enfrentamientos, por ejemplo. Pero no hubo unificación real. 

La Policía Metropolitana actual es menos que eso. Una farsa política sin transparencia que permita siquiera conocer qué es lo que han estado haciendo y qué proyectos tienen. 

Twitter: @levario_j

jl/I