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Arranque electoral en contexto complicado

El proceso electoral federal 2020-2021 comenzó ayer, en un contexto sumamente complicado por los desafíos presentes de salud, economía y seguridad; con dudas sobre el rumbo político del país y con una gran carga de sufrimiento por las distintas violencias padecidas. Inicia formalmente un periodo intenso electoralmente y corto, menor a 10 meses, que tendrá su momento culminante el domingo 6 de junio del año próximo. Las decisiones que se tomen en las urnas involucran a potencialmente 95 millones de mexicanos, una ingente cifra que revela la dimensión de la posible mayoría que se movilizará en la jornada. 

Para las autoridades del Instituto Nacional Electoral (INE) se trata, y lo han reiterado, “el proceso electoral más grande y quizá el más complejo en la historia de México”. Por primera vez, habrá elecciones en todas las entidades, al renovarse 21 mil cargos de distintos niveles de gobierno. Destacan, obviamente, las 15 gubernaturas en disputa, el cambio de los 500 diputados federales, más 30 congresos locales y cerca de 2 mil ayuntamientos en 30 entidades. Los relevos significan bocanadas de aire para un sistema político que gracias a las alternancias sólo cruje ruidosamente, pero no truena. 

Para los mexicanos la jornada electoral significa la oportunidad de resolver las diferencias políticas en paz, con apego a la legalidad, donde estará a prueba el proyecto político de nación del grupo que actualmente gobierna. Los casi dos años han significado un desgaste para quienes en 2018 triunfaron arrolladoramente en las urnas. Los porcentajes de intención del voto aún le son favorables de acuerdo con encuestas, pero eso no asegura nada en un lapso que se vislumbra de ruda pelea por cada sufragio. 

Previo a las elecciones de 2021 habrá comicios estatales el 18 de octubre en Hidalgo y Coahuila, donde ya arrancaron las campañas. Ambas podrían ser una muestra del tamaño de la fuerza con la que llegarán a 2021 Morena y el propio Andrés Manuel López Obrador. 

Además, el INE tiene el encargo de organizar el proceso para, mediante una encuesta, renovar a la dirigencia nacional de Morena. Como partido, Morena es una quimera que carece de una sólida estructura que pueda operar de manera disciplinada. Son tantos los pleitos internos, la diversidad de ideologías de una difusa 4T, que se unen alrededor del presidente, pero se dividen ferozmente en las luchas por el poder interno. Quizá la nueva dirigencia ayude a que Morena tenga cuerpo. Es su oportunidad. De lo contrario, continuará como remedo de partido desarticulado. Y lo peor, como un conjunto abigarrado de grupos e intereses, con integrantes en muchos casos nómadas de otros partidos de derecha, centro e izquierda. 

Apenas este viernes, a dos días del arranque del proceso electoral, en el camino quedó fuera de los comicios, al no conseguir registro, México Libre, encabezado por el ex presidente Felipe Calderón y su esposa Margarita Zavala. Aun cuando falta la última palabra del tribunal electoral, la agrupación carga con el desprestigio de las ilegalidades y marrullerías cometidas con tal de obtener el visto bueno del INE. Eso sin contar el lastre que significa un Calderón con severos cuestionamientos por los saldos de su sexenio, su vínculo con Genaro García Luna y con compras sospechosas. 

Todo lo anterior en el contexto de los terribles efectos mortales de la pandemia de coronavirus, que no impidió suspender las elecciones como en otros países, y sus consecuencias en la economía de las familias. Sumemos también la hasta ahora indomable inseguridad pública, marcada por los homicidios dolosos y los feminicidios. El escenario político se pondrá más intenso. 

Twitter: @SergioRenedDios

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