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Zona de sacrificio socioambiental

El concepto zona de sacrificio, al que le agrego lo de ambiental y social, hace poco tiempo que ha sido adoptado tanto dentro del discurso de los movimientos de resistencia que luchan por la vida, como en la academia con cierto compromiso e implicación social. ¿A qué se refiere tal noción? 

Dicho de manera sucinta se refiere a aquellos territorios en los que el sistema decide que el suelo, el agua y el aire han sido contaminados y, por tanto, la salud de los habitantes es precaria. Están expuestos a todo tipo de vectores y fuentes de contaminación y, por más esfuerzos y denuncias que se hagan, el Estado será omiso porque estando convencido de ello, él mismo así lo ha decidido. 

En tales zonas de sacrifico suelen instalarse todo tipo de industrias, plantas hidroeléctricas, termoeléctricas y los bienes naturales son sobreexplotados. La planificación u ordenamiento territorial, como ahora se dice, se hace con criterios neoliberales, de mercado, incentivando la inversión en los sectores extractivos desregulando cualquier ley ambiental, si la hubiere. Se impulsan procesos de urbanización desmesurada y la globalización de esa geografía y lo que en ella se produce. 

No, este concepto no nació en las inmediaciones de las cabeceras municipales de El Salto y Juanacatlán. Pero si hubiera sido así, sería totalmente comprensivo. Veamos por qué: 

A estos territorios que originalmente eran uno, y que como parte de la cuenca del río Santiago abonaban a la potencia de biodiversidad, al ecosistema, que durante siglos hizo posible el buen vivir de todas las especies que en él habitaban, fueron trasladadas, sobre todo a partir de la mitad del siglo 20, todas las nocividades que producimos en la ciudad. Sus bienes naturales fueron sometidos a intensos procesos extractivos, de industrialización y urbanización desmesurados. Se devastaron sus bosques, sus cerros y montañas por medio de incendios, carreteras y fraccionamientos; se introdujeron en las entrañas del territorio todo tipo de ductos por los que circulan multitud de sustancias industriales y se envían hacia allá todos los desechos urbanos sólidos y líquidos. El ensañamiento mayor ha sido contra el río Santiago, que ha sido represado y contaminando hasta la saciedad produciendo su muerte. Sus caudales que producían vida fueron puestos a disposición de las industrias. Todo ello al margen de cualquier regulación ambiental o, mejor, haciendo que se legislara a modo. 

Si esto no fuera suficiente, a fines de 2019 se supo de las artimañas para continuar este ecocidio, con la intención de construir una planta termoeléctrica y un gasoducto en los municipios de Juanacatlán y Zapotlanejo, y el plan de otras dos hidroeléctricas y dos geotérmicas aguas abajo en los municipios de Zapopan y San Cristóbal de la Barranca.  

¿Más evidencias de la decisión de hacer de estos territorios una zona de sacrificio? Aquí dejo otra: a principios de este año se hicieron públicos los resultados de una investigación epidemiológica que, contratada por la Comisión Estatal del Agua, realizo la Universidad Autónoma de San Luis Potosí, ¡hace 10 años!, en la que se constató la presencia de metales pasados en sangre y orina de más de 300 niños y niñas, mismos que ya desde entonces mostraban efectos negativos en sus capacidades cognitivas. Sabiendo de estos resultados, el gobierno de Jalisco decidió no sólo no hacerlos públicos, sino mantener su política de negación y de desprecio por la vida de la gente de estos pueblos. 

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jl/I